Es un lamento crónico pero tristemente
cierto y nada exagerado aquel que señala la falta, la ausencia, la escasa (en
ciertos momentos podría decirse nula) proliferación de personajes femeninos
interesantes, dignos de ser llamados tal, no estereotipos, meros esquemas, simples
soportes, existiendo en ocasiones sólo como cuota (y es algo que ha sucedido
desde que el cine dejó de ser una atracción de feria, reduccionismo que algunos
catalogarán de otra manera contra el que han tenido y tienen que luchar
intérpretes que añaden esplendor, talento y perfección a su oficio, a su arte).
En el 2013 (porque eso es lo que se está premiando últimamente: lo que se
considera mejor entre la cosecha del año pasado), para nuestro deleite, no
anduvimos ayunos de grandes interpretaciones femeninas y es todo un gustazo
repasar las nominaciones aunque, parece que no puede ser de otro modo, la
Academia se las pinte sola para menospreciar, ignorar, olvidar a alguien que
aparecía en todas las quinielas por méritos propios, seguir considerando y
encumbrando a actrices de valía cuestionable, arrinconar a gentes a las que ha
retirado el beneplácito de que antes parecían gozar o a las que directamente
(en este sentido la lista podría ser casi interminable) nunca tiene en cuenta.
Antes de pasar a diseccionar un poco los pros y los contras de las diez
elegidas, no queremos dejar de recordar a Oprah Winfrey, un nombre a
reivindicar, pletórica en El mayordomo (y
eso a pesar de cómo el guión no desarrollaba su rol, aprovechando cada una de
sus secuencias, atrayendo todas las miradas), y muy especialmente a la gran
damnificada del año, la enorme Emma Thompson de Al encuentro de Mr. Banks (dentro de poco hablaremos con
detenimiento de esta joyita que en Hollywood no deben haber visto y
analizaremos el porqué de esta desconsideración), cuya asunción del carácter de
Pamela L. Travers, la creadora de Mary
Poppins, la mujer capaz de echar un pulso al mismísimo Walt Disney, va más
allá de lo que debe llamarse interpretación por las cotas de perfección
superadas y alcanzadas.
INTERPRETACIÓN FEMENINA PROTAGONISTA
-AMY
ADAMS POR LA GRAN ESTAFA AMERICANA:
Puede considerarse a esta versátil y
magnífica actriz como la intrusa de esta categoría, la que ocupa el puesto que
hubiese debido ser para Emma Thompson. Es, sin duda, la intérprete con más
talento de su generación, capaz de salir airosa del cometido menos lucido o de
un guión desafortunado (caso de sus dos últimas nominaciones: The Fighter (2010) y The Master (2012)), que se lo merienda
absolutamente todo en uno de los títulos más nominados del año, que no precisa de disfraces, pelucas,
estrambóticos maquillajes para hacer creíble una mujer de rompe y rasga, para
serlo sencillamente por su manera de caminar, mirar y colocar los hombros, pero
sería una lástima que viese coronada su carrera con un Oscar a destiempo y por
tan poca cosa (cuando, sin irnos más lejos, en Her, es decir, pudiendo competir este mismo año, da un salto mortal
sin red, jugándolo todo a la verdad de su rostro, a su encanto natural,
empequeñeciéndose, transformándose ante nuestros ojos como sólo una grande sabe
y puede hacerlo, siendo el personaje). ¡Si al menos le hubiesen dado el papel
bombón! (pero ya llegaremos a eso).
-CATE
BLANCHETT POR BLUE JASMINE:
Otra de esas señoras que superan cualquier
adjetivo, por mucho que éste distinga la excelencia, una de esas diosas con
aureola, una magnificencia interpretativa capaz de recrear a una de las más
inmensas (Katharine Hepburn) y rizar el rizo (su por el momento único Oscar
como secundaria por El aviador (2004),
uno de los Scorsese más vibrantes que puedan glosarse). Decir que hace un
auténtico tour de forcé en el filme
de Woody Allen, por mucho que lo haga, es decir muy poco porque rompe las costuras
de cualquier clasificación: ríe, llora, se desmelena, se desborda, se deshace,
se degrada, se pasea, pasa por toda la gama de emociones posibles, incluso
inventa algunas, y enriquece con cada gesto el errático guión, asume su
reencarnación de Blance DuBois para abundar en el patetismo, en la nebulosa
mental, en la irrealidad en la que estaba instalada aquella y ofrece una
interpretación abracadabrante en la que una sola mirada desolada explica más
que el resto de la película; sin duda, su Jasmine ha hecho historia y se
recordará como un absoluto hito (y puede ser que valga un Oscar, siempre que
los académicos voten lo que deben votar y se olvidan de circunstancias que
deben dirimirse en un tribunal y en las que Cate Blanchett no ha intervenido –no
se la puede condenar ni mucho menos castigar por los delitos que pueda haber
cometido el director de la cinta-).
-SANDRA
BULLOCK POR GRAVITY:
Tras haber tapado muchas bocas con su
merecidísimo Oscar por The Blind Side (2009)
–dirigida, por cierto, por John Lee Hancock, autor de Al encuentro de Mr. Banks, heredero del mejor clasicismo
hollywoodiense-, Sandra Bullock vuele a dejar clara su categoría como actriz
dramática al aceptar el reto de Cuarón para ser la casi única protagonista de
su espectacular película. Su fragilidad, su desubicación, el peso de su alma
frente a la necesaria levedad de sus movimientos, la permanente tensión que
provoca verla a punto de seguir flotando sin asideros y perderse en esa
inmensidad que amenaza con fagocitarla, todo está servido por Bullock con sencillez,
sin aparatosidad, trabajando la personalidad de su rol, ofreciéndose en un
honesto, emocionante y valiente ejercicio de desnudo interpretativo,
integrándose a la perfección en cada plano pensado, soñado, logrado por Alfonso
Cuarón, inquietándonos, implicándonos, anegándonos con una sola lágrima.
-JUDI
DENCH POR PHILOMENA:
En un año con tanto bueno donde elegir, y al
haber quedado fuera la que sin duda estaría en lo más alto (es decir, Emma
Thompson), tal vez Judi Dench sea la favorita del que esto escribe por el modo
en que habita a esta mujer y, sin afectación ni engolamiento (o sea, como es
habitual en ella), desnuda su alma dolorida pero llena de bondad, su
incapacidad para caer en el rencor, hace gala de un sentido del humor casi a
prueba de bombas y saca a la luz su alma de chiquilla, su sorpresa ante todo lo
que desconoce, su emoción ante la victoria más pírrica, su inasequible
desaliento, su afán por descubrir. La elegancia formal de un Stephen Frears
poderoso, un guión escrito con tiralíneas y perfectamente equilibrado, se han
conjugado con el rostro impasible de la grandiosa Judi Dench (todo está, pero
nada se subraya o exagera, sencillamente se va aposentando en el ánimo del
espectador) para entregarnos una de las grandes sorpresas de esta edición (y a la
que dedicaremos el espacio que merece próximamente).
-MERYL
STREEP POR AGOSTO:
Todo es cuestión de gustos, pero resulta
molesto tener que justificar cada nueva nominación de esta intérprete cuya
excelsitud parece no tener límites, sobre todo cuando los argumentos en su
contra son tan endebles como “ya ha sido candidata demasiadas veces” (¿Quieren
decir que debería dejar el cine? Esa parece la única forma de negarle los honores
que merece) o “resulta previsible, se puede predecir su próximo gesto” (como si
el resto de actores no tuviesen unos tics reconocibles que los diferencian de
los otros y que, bien dosificados, utilizados, matizados, son marca de la casa
que deja a las claras su grandeza). Sea como sea, Meryl vuelve a hacerlo una
vez más al asumir el protagonismo de un texto sencillamente prodigioso y
brillar con luz propia en el medio de un reparto espectacular donde todos sacan
y dan lo mejor de sí mismos: pasa de la burla, de la sorna, de la comicidad y
la aparente armonía familiar a la crueldad sin ambages, tras resultar patética
y conmovernos se transforma en una hidra, en alguien que envenena el ambiente,
la vida de los demás, en una déspota que pisotea a cualquiera, en cruel
matriarca que sólo sabe odiar, logrando una vuelta de tuerca más en su
portentosa trayectoria.
INTERPRETACIÓN FEMENINA SECUNDARIA
-SALLY
HAWKINS POR BLUE JASMINE:
Un personaje alleniano mil por mil, que sólo
una comediante del calibre de la londinense puede transformar en alguien
entrañable, adorable a pesar de su estridencia, sólo una digna heredera de
Diane Keaton, Judy Davis o Dianne Wiest puede evitar el ridículo, la
exageración, dejando patente una pasmosa habilidad para resultar natural,
comprensible dentro del absurdo que es su hábitat, su manera de enfrentarse al
mundo, reverso y complemento perfecto de Cate Blanchett, junto a ella lo mejor
de un filme que ha merecido demasiados parabienes.
-JENNIFER
LAWRENCE POR LA GRAN ESTAFA AMERICANA:
Personaje que, como decíamos antes, hubiese
debido recaer en manos de Amy Adams, ya que es el único que merece la pena y
mejor suerte de la recibida. Tras obtener en la pasada edición un Oscar que le
viene muy grande, Jennifer Lawrence sigue engordando su inmerecido prestigio
con lo que pudiera ser su segunda estatuilla consecutiva, haciendo historia
porque sería la primera vez que se obtiene en las dos categorías. Empeñado en
descubrir cada año a la nueva estrella, a la futura gran actriz, lo único que
puede reconocerse a Lawrence es que continúa en la brecha (no así Anna
Kendrick, Shailene Woodley o la propia Kate Hudson, quien estuvo a punto de
ganar un Oscar que, como queda demostrado, hubiese llegado demasiado pronto
para premiar humo), sobrevalorada pero sin perder el favor de la crítica,
alternando blockbusters con títulos de bajo presupuesto, pasando de una
película a otra sin alterar su gesto de hastío, incapaz de inyectar un mínimo
hálito de vida a los roles que le encomiendan.
-LUPITA
NYONG´O POR 12 AÑOS DE ESCLAVITUD:
Se supone que sólo ella puede evitar que se
cumpla el pronóstico comentado antes y, sin presentar una de esas
interpretaciones con aires épicos o legendarios (al modo en que sí lo hacen sus
compañeros de reparto o la impresionante Sarah Paulson en un cometido muy
pequeño pero con el que consigue adueñarse de las escenas en que aparece), su
dignidad y contención son portentosas y le ayudan a evitar los lugares comunes,
lo manido, lo tópicamente reduccionista, construyendo un personaje a
contracorriente, antipático, que logra empatizar con el espectador sin
morisquetas ni gazmoñerías (y su rostro es el colofón de una de las secuencias
más terroríficas de los últimos tiempos y, precisamente, cómo nos lo hurta el
director durante unos momentos le otorga más grandeza, hondura y entidad
dramática en el momento en que reaparece).
-JULIA
ROBERTS POR AGOSTO:
Al margen de la polémica provocada por su
empeño (con la connivencia del productor) en la inclusión de un plano final que,
en contra de lo que ella piensa, resta fuerza a su personaje y tergiversa un
tanto el final pensado por el autor, Julia Roberts demuestra que es una
estupenda actriz, mucho más completa de lo que quieren admitir sus detractores,
pieza clave en este puzle que es Agosto,
punto en el que convergen los diferentes conflictos. Aunque uno no puede evitar
su predilección por la maravillosa Margo Martindale (a la que hubiera nominado
y premiado de calle), es un gustazo encontrarse a la Roberts compitiendo en un
año con contrincantes tan sólidas y sin que haya que reivindicarla, puesto que
el consenso es justo al hablar de la enorme calidad que demuestra.
-JUNE
SQUIBB POR NEBRASKA:
Se gana el corazón de cualquiera y, por eso
mismo, es la favorita del que suscribe. Una ladrona de escenas, una mujer que
nadie diría está actuando, un prodigio que nos arrebata, cautiva, conmueve,
provoca carcajadas, despierta ternura, una actriz que sólo con acariciar el
cabello de Bruce Dern está explicando toda la vida de su personaje, el centro
de un par de secuencias que ya han pasado a la historia del cine (la del
cementerio y la del coche en casa de un matrimonio al que lleva años sin ver,
no se puede contar más porque nadie debería perdérsela).