Hay tradiciones, rutinas, costumbres que uno no quiere ignorar porque
suponen hacer memoria de uno de los mayores placeres que existen, uno que
además comparte con la persona amada, es decir, el hecho de ser espectador; y
es que, a pesar de que ha sido (y sigue siendo en mi ánimo, en mi escritura, en
mi realidad) una parte fundamental de mi trabajo durante tantos años, a la hora
de la verdad sigue primando esa capacidad de asombro, pasión, entrega,
descubrimiento, pleitesía, admiración por encima del análisis, de la crítica,
del estudio (aunque, inevitablemente, aparecen ya durante la proyección, en
parte como deformación profesional, en parte por disposición y vocación,
también como deferencia y respeto a todas esas personas que a lo largo de los
años –y aún hoy en día- se interesan/preocupan/gustan de conocer mi opinión,
leen mis textos, compran nuestros libros). Por lo tanto, si a 2013 le quedan
pocas horas de vida (por muchas razones, qué suerte que así sea –como cantó
Yuri en la OTI hace un porrón de años, “siempre vendrán tiempos mejores”-; por
otras, gracias por lo que trajiste, gracias por los buenos momentos que nos
dejas), es el momento para echar la vista atrás y fijar el canon de estos 365
días de cine, es decir, aquellos títulos inolvidables por lo recibido, por el
arte, por las emociones, porque han engrandecido mi corazón como público y
aquellos otros que han revuelto mi úlcera, me han removido en la butaca, me han
insuflado tentaciones de reclamar el dinero de la entrada (o algo peor). Se
trata, por supuesto, de un resumen muy personal, para empezar no he visto todo
lo que se ha estrenado, bien porque no me ha apetecido (uno tiene todo el
derecho del mundo a elegir, sobre todo lo que no ve), bien porque no ha sido
posible (esa nula política de distribución y/o exhibición, esos criterios
variables que sacuden la cartelera casi cada fin de semana), bien porque no se
han dado las circunstancias; además, es sencillamente mi opinión, un reflejo de
mí mismo nada más, sin pretensiones ni declaraciones huecas (no como esos que
se autoproclaman “los Globos de Oro españoles” cuando aún ni han echado a
andar; tampoco siguiendo la estela de los que quieren votar en los premios que
sea para sentir que tienen capacidad de decisión –para eso, tendrás que
coincidir con la mayoría, ¿no?, y si por otro lado reniegas de cualquier
premio, ¿por qué te importan tanto o los utilizas como baremo cuando te
conviene?-).
PELÍCULAS ESPAÑOLAS E
HISPANOAMERICANAS DESTACADAS:
-LA
HERIDA:
Una auténtica catarata de
emociones, un escalpelo que, con mano firme y maestra, con delicadeza pero sin
ambages ni concesiones a la galería, hurga muy dentro del espectador, le hiere
emocionalmente, le golpea, le maltrata, pero a cambio ofrece una lección de
cine que anonada por su contundencia y por el dominio y control que sabe
ejercer sobre el material que trata un novel como Fernando Franco. Una película
radical, dura, que conmociona y duele, que clava en la butaca con su sencillez
y despojamiento, que convierte a Miriam Álvarez en una actriz de leyenda, en
una imagen que jamás podremos despegar de nuestra retina, esa olla a presión
que nos deja desolados por la incomprensión que la rodea, esa llaga sin
posibilidad de cicatrización que en realidad somos cada uno de nosotros.
-15
AÑOS Y UN DÍA:
Con arritmias y descompensaciones, Gracia Querejeta construye un
interesante retrato de parte de la juventud patria y su convivencia con la
venida de otros países, sin irse por las ramas, encallando en algún que otro
lugar común o subtrama innecesaria, con actores creíbles a los que, a pesar de
su juventud e inexperiencia, se entiende absolutamente todo (y sin caer en una dicción
forzada y/o átona –al modo de Mario Casas en Ismael). Mención especial merece, como en casi todo lo que toca (y
cuando está bien dirigida, no como en Los
hijos de Kennedy –José María Pou parece perder el olfato teatral cuando
dirige a otros-), Maribel Verdú, quien precisaría de más minutos en pantalla;
junto a ella, un ajustado Tito Valverde, una impecable Susi Sánchez y una
espléndida Belén López.
-TESIS
SOBRE UN HOMICIDIO:
Dentro de su alambicado estilo y de su esfuerzo por sorprender y epatar,
sabe trenzar una historia que despierta el interés y los interrogantes entre el
público; aunque se nota que quiere ser la nueva El secreto de sus ojos (2009), no abusa de las piruetas visuales de
que tanto gusta Juan José Campanella (que quedan diluidas y resultan planas
precisamente donde no deberían, es decir, en esa animación en tres dimensiones
que es cansina, torpe y sin gracia: Futbolín
(2013), otra muestra más de que este director sólo tiene brío si el guión y
los actores salvan los muebles) y permite a Ricardo Darín estar más sobrio y
adecuado de lo habitual, dejando en pañales a Alberto Ammann, intérprete
sobrevalorado que, en su empeño por demostrar la categoría que no posee,
desequilibra la película al no ser el oponente adecuado para el duelo de
personalidades y cerebros que el filme plantea.
-NO:
Destaca por lo que cuenta, por los
hechos en que se inspira, por lo que revela, por lo que denuncia, más que por
la forma en que todo eso se refleja en pantalla. Un desperdicio visual, un
director más preocupado por su supuesta maestría, por sus aportes, por remarcar
su presencia, por hacer de cada plano una demostración de su (otra vez
supuesto) saber hacer, que por morder toda la carne que hay a disposición del
que quiera narrar sin maquillajes ni elipsis, sin entretenerse en lo accesorio,
dando entidad a lo que la tiene y merece; aun así, interesante punta del
iceberg que Chile tiene por contar.
PELÍCULAS ESPAÑOLAS E
IBEROAMERICANAS OLVIDABLES:
-LOS
AMANTES PASAJEROS:
Pedro Almodóvar (y su jefe de
prensa, ese Javier Giner que juega en demasiadas ligas y, al final, no sabe ni
de qué lado está –y al que no sé quién considera influyente como cineasta en
ciernes; habrá que conocer primero su obra, digo yo, para comprobar en qué
puede influir-) menosprecia la crítica, se supone que la ignora, desde luego la
insulta, pero luego no perdona el más mínimo argumento en contra por muy bien
cimentado que esté (no como él y sus palmeros que sólo recurren a lo fácil,
vejatorio y manido para reprobar a los díscolos) y no duda en censurar o vetar
medios. Sea como sea, ahí queda su indignante peliculita (la misma que sería
duramente combatida y linchada -¡Vivan los demócratas! ¡Olé por los liberales!-
si estuviera firmada por otro –léase, por ejemplo, Ozores-) como demostración
palpable de que, plagiándose, parodiándose, lo que quiera que haga a sí mismo,
Pedro ha perdido gracia, frescura, oficio, acierto y tino (y, para colmo, sale
Carlos Areces, ese ser llamado actor).
-LAS
BRUJAS DE ZUGARRAMURDI:
Álex de la Iglesia acertó de pleno en una ocasión –La comunidad (2000)- y cualquier intento por igualar aquel hito se
estrella estrepitosamente. Además, ni siquiera exhibe su gusto como realizador,
su facilidad para la coreografía visual, su capacidad para aunar elementos a
priori ajenos; ahora todo es un batiburrillo que marea, satura, agota, imposta,
un continuo regodeo en su ombligo, en lo gracioso que se encuentra, en lo
divertido que se siente, en lo inteligente que se piensa. Lo que en aquel filme
fue un barroquismo bien entendido, lógico y consecuente, ahora es un acumular
por acumular (y desde el primer minuto, sin progresión, sin freno, sin orden ni
concierto), un recurrir a todos los clichés propios y ajenos: una Carmen Maura
con el piloto automático (algo menos de lo que por desgracia es habitual en los
últimos tiempos, pero muy lejos de su grandeza y temple para la comedia), una
Terele Pávez a lo que sólo se pide que sea ella, una Carolina Bang que ya
sabemos por qué está ahí, una María Barranco que no hace falta resucitar y unos
protagonistas llamados Mario Casas y Hugo Silva que no tienen ni carisma ni
arte ni gracia (el primero con poner la voz que tantos aplausos le reportó en La mula (2013) piensa que ya lo hace
todo, entendiendo la comicidad con resultar estúpido, el segundo paseando su
palmito que es por lo que le pagan). ¡Y para colmo también sale Carlos Areces,
de nuevo irritando y disgustando, otro que al que han hecho creer que tiene
gracia hasta cuando no está!
-LA
GRAN FAMILIA ESPAÑOLA:
Con esta película se significaron muchos de esos que un día dicen una
cosa y al siguiente utilizan el mismo argumento para señalar lo contrario, esos
que no tienen opinión propia y buscan apoyos donde sea, esos que salen por
peteneras cuando no saben qué decir (o sea, casi siempre): si hablabas mal de
la de Álex de la Iglesia, te decían que el cine español merecía mejor suerte,
éxito en taquilla y no sé cuántas zarandajas más (como si uno marcase
tendencia, ya ves tú) en lugar de analizar o discutir lo que cada quien encontrase
de acertado o inadecuado en ella (bueno, se trata de recaudar a toda costa,
¿no? Entonces que nadie se lleve las manos a la cabeza porque el librito de
Belén Esteban vaya por la séptima edición –eso creo, tampoco lo voy a confirmar:
sea como sea, vende como rosquillas-: queremos que el negocio continúe, pues
ahí lo tenéis). Y, sin embargo, a pesar de lo bien que funcionó la de Sánchez
Arévalo, algunos de los que le auparon anteriormente miraban de reojo y con el
ceño fruncido cuando el muchacho ha hecho lo de siempre, la comedia facilona,
torpe y plagada de tópicos que hay quien aún recibe con alborozo si es de nueva
hornada.
-COMBUSTIÓN:
Máximo ejemplo de lo mal que se nos da imitar, intentar españolizar lo
de fuera, con un director que siempre se pierde en lo pirotécnico, con una
actriz que es todo afectación, pose, pretendida sexualidad, nulidad interpretativa
donde las haya (esa Adriana Ugarte que tanto gusta en televisión, pero que no
lleva ni un espectador al cine, la bochornosa protagonista del momento más
censurable –y nunca bien explicado y sin justificación posible- de la entrega
de los Goya), con un actor plano, sin matices, anodino (ese Alberto Ammann, de
nuevo) y con otro que tiene físico para triunfar, pero al que le falta todo lo
demás que debe tener un buen actor (ese Álex González, cuya voz es su peor
lastre).
-INSENSIBLES:
Cómo hacer una película fea, copiando de todos lados, sin aportar ni un
ápice de ingenio, yéndose por las ramas, con un discurso acartonado, trillado,
que desperdicia las posibilidades dramáticas y terroríficas del punto de
partida.
PELÍCULAS EXTRANJERAS DESTACADAS:
-AMOR:
Filme descarnado, al límite, que nos exprime, nos retuerce, nos
conmociona, del que resulta imposible despegar la mirada. Un Michael Haneke que
apabulla por lo que no muestra, por lo que sugiere, por lo que hace sobrevolar
(y mientras un dramaturguillo del tres al cuarto, coreado por los borregos que
balan sin sentado, se piensa su continuador cuando cae en lo obvio, en el
subrayado, en la violencia vacía, en la provocación inconsecuente –justo todo
lo contrario al maestro austriaco-); un absoluto prodigio que congela la sangre
y consigue que el corazón lata con más fuerza, obra de arte que deja pequeño
cualquier adjetivo con unos Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant
sencillamente prodigiosos, excelsos, inmensos, inalcanzables.
-ANNA
KARENINA:
Ejemplo de cómo un clásico se respeta y al mismo tiempo se actualiza, se
malea, se personaliza, se recrea, se traiciona: Joe Wright, con la necesaria
complicidad del guionista (Tom Stoppard), orquesta una fiesta para los
sentidos, un regalo para la vista, un prodigio técnico que ajusta las costuras
al texto, que sabe fluir, que huye de cualquier rimbombancia y lucimiento
exagerado, que pone todo al servicio de la historia y los personajes, una de
esas obras que funciona con un engrasado mecanismo de relojería en el que nada
sobra pero, muy especialmente, en el que nada falta. Keira Knightley sigue
madurando como actriz, Aaron Johnson sigue dejando claro su capacidad para la
transformación con apenas dos detalles y Jude Law deja sin aliento.
-GRAVITY:
Aún tendrá que pasar tiempo para
poder valorar lo que esta película supone en la historia del cine: un alarde
técnico que no se nota, las tres dimensiones jugadas como nunca hasta ahora,
una dirección a cargo de Alfonso Cuarón que sólo puede calificarse de
portentosa (nada que ver con anteriores títulos suyos, recibidos con más
beneplácito del que merecían), una Sandra Bullock que acepta el reto y
conmueve, preocupa, inquieta, empatiza con el espectador, un George Clooney que
interviene lo necesario, una experiencia inolvidable.
-HANNAH
ARENDT:
Un fantástico ejemplo de cómo una
película puede tener altura intelectual sin necesidad de resultar hermética o
estar dirigida a los iniciados, un meritorio acercamiento a una de las
pensadoras imprescindibles del siglo XX, a una persona incomprendida, perseguida
y pocas veces tan bien explicada como aquí. Barbara Sukowa debería estar en
todas las finales de premios de interpretación, pero hay muchos que siguen sin
saber dónde mirar y otros que no aceptan la revisión, las puestas en claro, que
acallan al considerado disidente.
-LA
NOCHE MÁS OSCURA:
Kathryn Bigelow se gradúa con todos
los honores y los Oscar (los mismos que la encumbraron por un filme menor) ni
se acuerdan de ella. Jessica Chastain (quien, puesto que jamás pensaron en
dársela a Emmanuelle Riva, hubiese debido levantar la estatuilla –y no esa
Jennifer Lawrence, clónica de sí misma-) sigue sumando puntos, demostrando su
ductilidad, su variedad de registros, sin querer resultar simpática, aportando
verosimilitud a cualquier personaje. Cinta emocionante, reveladora, que no
intenta manipular ni convencer, que deja clara su filiación, que por encima de
todo cuenta una historia y lo hace de manera sobresaliente.
PELÍCULAS EXTRANJERAS OLVIDABLES:
-PACIFIC
RIM:
¿Hasta cuándo habrá que soportar este tipo de soflamas? ¿Hasta cuándo
tendremos que leer que Guillermo del Toro es un buen director?
-CARRIE:
La pregunta es: ¿Si no existiese Carrie (1976) de Brian de Palma con unas
fabulosas Sissy Spacek y Piper Lauire valoraríamos de otra manera esa película?
La respuesta es obvia: no, seguiría siendo un despropósito, una trivialización
se supone que al gusto adolescente del texto de Stephen King, una mezcla entre
Harry Potter y lo sanguinolento porque sí.
-TO
THE WONDER:
¿Volverá algún Terrence Malick a
filmar maravillas como Malas tierras (1973),
Días del cielo (1978) y La delgada línea roja (1998)? A pesar de
todo, queremos pensar que sí.
-HANSEL
Y GRETEL: CAZADORES DE BRUJAS:
¿Por qué no toman ejemplo de la
serie Érase una vez? ¡Ah, debe ser
porque no ver televisión es para muchos un motivo de orgullo, de sentirse
superiores!
-LA
JUNGLA: UN BUEN DÍA PARA MORIR:
¿Por qué se empeñan en estirar un
chicle que ya ha perdido hace mucho todo su sabor? (en eso son expertos en
Hollywood)