La Academia ha
hablado, como cada año, y amplía hasta ocho las candidatas al premio gordo de
la noche, en otras ocasiones han sido más, ya llevan unos años saltándose la
restricción de cinco (o menos) del resto de categorías, pudiendo así distinguir
a filmes que, de otro modo, quedarían fuera (y lo demuestran con el número de
nominaciones con que apoyan a cada uno), dándoles una promoción extra, una
visibilidad con la que tendrán que conformarse puesto que será el mayor
reconocimiento que van a recibir. Pero, a juicio del que esto escribe, la
selección de este año sólo merece ser recordada (más allá de honrosas
excepciones) por las decepciones sufridas, el aburrimiento experimentado, el
agotamiento de la paciencia ante malabarismos visuales, estridencias
innecesarias, envoltorios apabullantes, esfuerzos desaforados y remarcados para
hacer primar otros valores más allá de los puramente cinematográficos e,
incluso, ocultar la ausencia o escasa relevancia de los mismos.
-BROOKLYN:
Una gratísima
sorpresa, una de esas cintas de siempre que reivindica sin ningún tipo de
complejo el clasicismo y rinde tributo a la herencia recibida sin ambages, la
recuperación de una atmósfera, un tono y una concepción formal que revive con
inmensa naturalidad una época pasada (en lo meramente estético, en la manera de
utilizar la técnica, en todo lo intangible que una pantalla consigue transmitir
y hacer real ante los ojos -y las sensaciones- de los espectadores), un nuevo
ejemplo de la calidad y el brillo que suelen alcanzar los productos audiovisuales
que se producen en las islas británicas, un espléndido trasvase en imágenes de
la prosa diáfana y exquisita de Colm Tóibín (Brooklyn ha vuelto a las librerías españolas gracias a la editorial
Lumen con motivo de este estreno: no se arrepentirán de leerla antes o después
de ver la película), una narración sutil y envolvente servida con estilo y
sabiduría.
-LA GRAN APUESTA:
Título del que
muchos cantan excelencias y no dejan de prorrumpir en elogios encendidos y
ditirámbicos, pero sólo algunos confiesan no haber comprendido (aunque siempre
en voz baja y como confidencia a personas de mucha confianza). Imposible de
seguir sin un libro de Economía (o varios) al lado, recurriendo a personajes
populares para que expliquen algunos de los términos más utilizados (esos
paréntesis son lo mejor del filme: rápidos, efectivos y sin grandilocuencia),
queriendo demostrar todo el rato lo inteligentes que son sus artífices, La gran apuesta acogota y sepulta al
espectador con un estilo que pretende ser vibrante, trepidante, sorpresivo y se
queda en una malísima copia del modo en que, por no irnos más lejos, Martin
Scorsese narró El lobo de Wall Street (2013),
pero sin nada del desarrollo de personajes que permitía que, a pesar de su
longitud y desfase, aquella se siguiera con interés y comprendiendo actitudes,
comportamientos, hechos que aquí resultan tan ajenos e indescifrables como los
contenidos de las páginas salmón de cualquier periódico.
-LA HABITACIÓN:
El auténtico
bluff del año, una supuesta prospección psicológica que se queda en algo
artificioso, sin garra, repetitivo e inane debido al continuo alarde visual, a
la contorsión y distorsión a que el director somete a cada secuencia,
colocándose por encima de todo, remarcando su presencia todo el rato, pagado de
su condición de “moderno”, pretencioso como pocos, ahogando y diluyendo el
drama para abundar en su lucimiento, una idea interesante que se queda en nada
y se despeña en caída libre a partir de cierto momento que no desvelaremos para
aquellos que quieran juzgar por sí mismos (aunque creo que los avances y
promociones lo dejan claro), tal vez lectores de una novela de éxito que,
conocida de este modo, no despierta el más mínimo interés (aunque
literariamente, si ha recurrido a una voz interior y constante, puede que consiga
lo que aquí apenas se intuye).
-MAD MAX: FURIA EN LA CARRETERA:
Sin convertir en
fan de la saga a quien esto escribe ni motivar que se revisen las entregas
anteriores (de hecho, empecé a ver la primera hace unas semanas y la abandoné
cuando llevaba como una hora), en realidad no tiene mucho que ver con aquellas
más allá del personaje central, el escenario apocalíptico y desértico y
determinada estética (porque visualmente se ha ido mucho más allá: he ahí uno
de sus mayores aciertos, la virtud más reseñable, el punto en que han
coincidido la crítica y el público más variopintos que puedan imaginarse), este
Mad Max es electrizante, poderoso,
atrapa, sorprende, pasa a mayor velocidad que los vehículos que utilizan los
personajes. Prima la acción, es pura adrenalina, pero sabe construir tipos,
roles, motivaciones, emociones sin recurrir a lo facilón, sin usar un calzador,
sin dar gato por liebre, sin descuidar los detalles.
-MARTE:
Si no tuviese
tanto metraje y hubiese potenciado ciertos aspectos de la personalidad del rol
principal (lo que habría posibilitado que Matt Damon ofreciese una estupenda
interpretación, por mucho que se eche la película a los hombros y despliegue
todo el carisma que le permiten), Marte hubiera
dejado un mejor sabor de boca y, sobre todo, hubiera resultado más entretenida
(aunque, de ese modo, no la hubieran aplaudido muchos de los que ahora lo
hacen).
-EL PUENTE DE LOS ESPÍAS:
Una decepción,
un filme envarado, muy formal, sin emoción, a ratos absurdo, prisionero de un
guión de los Coen que no saca partido a los conflictos morales de los
personajes ni a sus enfrentamientos, que deja en un segundo plano (y cuando no,
lo transforma en motivación para un supuesto gag) el contexto histórico en que
se desarrolla la historia, que evita cualquier atisbo de lo que a ellos debe
resultarles emotivo, melodramático, sentimental, es decir, todo lo que haría
aumentar el flujo de la escasa sangre que tienen las venas de esta película,
fruto del Spielberg menos inspirado en mucho tiempo (Lincoln (2012), con todas sus carencias y su abigarramiento,
transmitía más pasión en ciertos tramos).
-EL RENACIDO:
Otro ejemplo de
película que ganaría puntos si se redujese su duración, aunque el problema
principal es el ego desmadrado y sin límites de su director, ese gusto por
llegar más allá del límite pero en aspectos que superan lo estrictamente
cinematográfico, ese afán porque el esfuerzo se note, porque lo sufrido en el
rodaje tenga tanta o más importancia que lo que se cuenta. Tiene un comienzo
muy poderoso e impactante que, al no saber dosificar durante lo que viene
después, al seguir pisando el acelerador sin recato, va perdiendo fuerza según
se acumulan secuencias, todas tremendas, sin matices, sin gradación, sin
compensar, agotando con tanta intensidad (especialmente porque no brota de
manera natural).
-SPOTLIGHT:
Opta por contar
una investigación periodística del modo más aséptico posible, eso puede alejar
a parte del público, coloca una cortina demasiado tupida frente a nuestros
ojos, pero todo aquel que pueda retirarla se encontrará con una película de
gran solidez que bebe en las fuentes de filmes que, al mismo tiempo, sirvieron
para que una generación se enamorase del cine y del periodismo. Por desgracia,
los hechos que se destaparon han seguido ocurriendo, los delitos denunciados no
han sido castigados, noticias de este tipo continúan publicándose hoy en día, sólo
por eso necesitamos más títulos como Spotlight.