TÍTULO ORIGINAL: Sinister AÑO DE
PRODUCCIÓN: 2012 DIRECCIÓN: Scott Derrickson GUIÓN: Scott Derrickson MÚSICA:
Christopher Young FOTOGRAFÍA: Chris Norr MONTAJE: Frédéric Thoraval REPARTO:
Ethan Hawke, Juliet Rylance, Fred Dalton Thompson, James Ransone
Estamos llenos de contradicciones, lo que no es negativo, sobre todo si
somos capaces de detectarlas y de saber explicar coherentemente (ahí está la
clave) cómo es posible pasar de un extremo a otro sin traicionarnos ni resultar
una veleta a ojos de los demás; esta ramplona reflexión siempre me asalta
cuando veo una película de terror o suspense porque recuerdo esa vieja frase
popular, “el miedo es libre” (y más ahora que vivimos con los propios y con los
que algunos quieren obligarnos a sentir), y, sin embargo, los títulos que
consiguen espantar con honestidad a espectadores de medio mundo suelen lograrlo
recurriendo a lo ancestral, a lo que lleva siglos atemorizando a niños y
adultos: la oscuridad, lo ambiguo, lo desconocido, cualquier elemento que perturbe
la cotidianidad. No hay nada más terrorífico que una imaginación irrefrenable
que empieza a crear monstruos en las sombras, que reproduce los asesinatos más
crueles que hayamos conocido e imagina algunos aún más truculentos, pero nada
sobrecoge tanto como presentir amenazas en un espacio que debería ofrecernos
seguridad, sentir escalofríos ante cualquier objeto que nos acompaña o
utilizamos a diario: esa es, sin duda, la clave del permanente y eterno éxito
de cineastas como Alfred Hitchcock (da igual las veces que hayamos visto Psicosis (1960) o Con la muerte en los talones (1959): una ducha o una avioneta no
han vuelto a ser lo mismo y las secuencias que protagonizan siempre provocan
temblores) o de cintas como La semilla
del diablo (1968), El exorcista (1973)
o La profecía (1976) que, más allá de
los efectos especiales, logran eso tan complicado y olvidado que se llama “crear
atmósfera”, o sea, que todo parezca y se vea tranquilo pero sea factible que
troque en ominoso en un abrir y cerrar de ojos.
Tras debutar con un capítulo de la saga Hellraiser que pasó directamente
a engrosar las estanterías de los videoclubes, Scott Derrickson se dio a
conocer en la gran pantalla con El
exorcismo de Emily Rose (2005), bendecida incluso antes de su estreno y
saludada como un regreso a un terror puro sin demasiados efectos que, en
realidad, se quedaba en tierra de nadie, recurría más de lo debido a aquello
que prometía desterrar y confiaba demasiado en el meritorio recital de
contorsiones llevado a cabo por Jennifer Carpenter. Su filme posterior, el
remake de Ultimátum a la Tierra (2008),
erizó el vello a propios y aburrió a extraños o viceversa, todo dependía del
conocimiento que se tuviese de la cinta original, dirigida con encanto y pulso
firme por el nunca suficientemente aplaudido Robert Wise; y cuando uno no
esperaba nada (al menos nada bueno) de este director, aparece Sinister para devolvernos las esperanzas
y revitalizar un género yendo a su esencia, rechazando efectismos o
truculencias gratuitas, obviando infantilismos y trivializaciones, respetando
determinadas convenciones que no han perdido efectividad, sin avergonzarse de
ser lo que es, sin más pretensión que la de presentar un producto bien
elaborado que cumple con creces su objetivo y proporciona más disfrute del que
uno (lo reconozco) pudiera pensar.
La base de Sinister es un
guión muy medido que dosifica perfectamente la información, que narra la
historia como un thriller al centrarse en la investigación que efectúa el
personaje principal y que va incorporando elementos para sorprender y envolver
al espectador, quien acepta con naturalidad los aportes fantásticos, puesto que
el verdadero terror se vive en una casa a oscuras, sea de día o de noche, y a
través de lo que ocultan unas en apariencia inocentes e idílicas películas
familiares en Súper 8. En los primeros minutos se crea un caldo de cultivo
perfecto para que más de uno se rebulla inquieto en la butaca: por un lado, se
nos presenta una localización en la que fue asesinada una familia, escenario
clásico que inquieta en sí mismo, y por otro asistimos a un momento
espeluznante al descubrir que el hijo de los protagonistas padece de terrores
nocturnos (nunca pensé que una caja de cartón pudiera provocarme sudores); con
estos ingredientes el cóctel ya es explosivo y mantiene ese carácter durante
todo el metraje, gracias a que Derrickson sabe mezclar pero no agita, es decir,
va sumando situaciones sin desbarrar ni perder el control, helándonos la sangre
desde la sencillez expositiva.
El en otras ocasiones plano y
falto de recursos Ethan Hawke (capaz él solito de estropear lo que sin su
presencia hubiese sido una obra maestra: Antes
que el diablo sepas que has muerto (2007), aun así una estimulante muestra
del talento de otro de esos nombres a los que no siempre se reconoce su
magisterio, Sidney Lumet) consigue resultarnos interesante, despierta nuestra
simpatía, tememos lo que pueda sucederle; al igual que ocurrió no hace mucho
con la muy notable La mujer de negro (2012)
–por cierto, con un estupendo Daniel Radcliffe-, las mejores secuencias de Sinister son aquellas en las que el
actor principal está solo, a oscuras, visionando películas, aterrorizado pero
hipnotizado, buscando respuestas, o cuando recorre la casa intentando
comprender qué está pasando; en esa oportunidad, basta con ver a un niño correr
por el pasillo para que uno experimente un malestar insólito (por desgracia) en
lo que viene siendo habitual que ofrezca este género: superficialidad, mecanicismo,
abundancia de sangre y/o vísceras; aquí son las corrientes subterráneas las que
arrastran y arrasan, mientras que Scott Derrickson trata al público con
inteligencia y de igual a igual, sin alardear de originalidad (y, sin embargo,
con unos añadidos que fortalecen la historia y evitan lo manido), pero sorprendiendo
hasta el final, sin recurrir a los torpes y por desgracia clásicos golpes de
efecto de un solo uso, marca de cineastas más aplaudidos (léase Shyamalan,
Nolan y por ahí).
Skyfall, ya se sabe: Bond, James Bond. Un principio de acción pero de la clásica, es decir, una persecución en coche, moto y si es posible con muchos destrozos. El guión esta muy trabajado. La historia es consistente. La dirección de Sam Mendes impecable. La actuación de Daniel Craig floja tirando a mala como siempre y un Bardem en su línea, lástima que la voz que le han adjudicado sea tan pastosa. Un final con sorpresa y bien hecho. En definitiva, para los seguidores de la saga de 007 una propuesta muy recomendable.A mí no me defraudó.
ResponderEliminarCon lo de la voz de Bardem, no sé si hablas de la versión original o de la doblada que, en este caso, empeora el despropósito de Javier (no se ha doblado él, aunque si recordamos lo que hizo en "Los fantasmas de Goya" parece que la decisión fue acertada, lo malo es que hayan querido engolar y "juguetear" aún más -con lo cual, visto lo visto, mejor es que se olvide de demostrar virguerías y que actúe como sabe-).
ResponderEliminarFui a ver Sinister la misma semana que se estrenó (recuerdo que se estrenó un miércoles y la vi en sábado, que estaba yo por Cáceres y el cine allí es bastante más barato que en Madrid) y nada más salir del cine dije "no es la mejor película de terror que he visto, pero creo que es con la que más miedo he pasado".
ResponderEliminarSin duda consigue su objetivo y sin estafar al espectador, lo que ya es mucho en los tiempos que corren.
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