lunes, 18 de febrero de 2013

LOS GOYA 2012: SOBRAN SOBRES, FALTA LO DEMÁS


  
 
 
   Ya lo dijo el gran poeta Antonio Machado, “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar” y, de ese modo, un año más han llegado los Goya, los han entregado y a esperar la próxima edición; de la misma manera, cita ineludible, ahora toca comentar la ceremonia y así continuamos pasando por la vida (aunque algunos sucesos se conviertan en inolvidables para los afectados, los que los sufrieron, a los que se los contaron, que este asunto de la trascendencia nunca se sabe por dónde va a salir). Hoy, fundamentalmente, hablaremos de cine, de galardones, de formatos televisivos, de maestros de ceremonias, de actores, aunque sea inevitable tocar otros asuntos que, digan lo que digan, deben quedar fuera de noches como la de ayer, pero como el asunto está viciado de origen (de ahí la presencia del ministro de Cultura de turno en todas las galas –o casi todas, no sé, pero incluso han llegado a estar el Príncipe o el mismísimo Presidente del Gobierno en alguna ocasión, eso sin olvidar que los Reyes presidieron el bautizo de los premios hace 27 años-), parece que es inevitable mezclar churras con merinas.

   Empezando precisamente por el asunto político, para así quitárnoslo pronto de encima, y yendo de paso hacia el guión de la ceremonia, qué previsibles resultaron las referencias de Eva Hache a la actualidad social, qué huecos y obvios los aplausos cómplices, qué simples los chistes pretendidamente punzantes, qué desafortunado en tono José Corbacho queriendo ocupar el foco, qué prepotente el sempiterno gesto de Wert, qué incómodo se le veía en la butaca, qué torpe TVE hurtando su rostro en los momentos en que hubiese sido revelador comprobar su reacción ante lo que sucedía en el escenario, qué melifluos e innecesarios los comentarios de Carlos del Amor (con inexactitudes y eludiendo la realidad cuando no era de su gusto), qué extraño resulta que haya quien se ponga la pegatina sobre el esmoquin, las lentejuelas, las joyas, el diseño exclusivo (¿No recuerdan aquello que siempre se ha dicho sobre la mujer del César? Y no hablamos de confundir progresismo, revolución, oposición, con falta de higiene, fealdad o ropa desgastada –que en ocasiones lucen los que sólo la convierten en un disfraz, no por verdadera necesidad-, sino de coherencia al estilo de Jessica Lange que, ya puestos, declina su participación en los Oscar porque está en contra de la guerra). En este sentido, reverencia ante el espléndido discurso de Candela Peña (por cierto, se remontó tres años atrás, ¿eh?, ¿lo pensaron ciertos corifeos mientras la jaleaban?), la buena armazón del de Maribel Verdú y lo profundo y hondo (en todos los sentidos) del de J. A. Bayona, ganando por honestidad, sinceridad y cimientos al resto del paisanaje que por allí apareció.

   Eva Hache dejó claro por segundo año consecutivo que no tiene el más mínimo carisma al menos para una gala de este tipo, que no es una show-woman capaz de sostener un espectáculo tedioso en sí mismo si no hay al frente alguien capaz de imprimirle energía, buen rollo, diversión, versatilidad; confió su supuesta comicidad a sus ojos disparados, supuestamente cargados de intenciones, subrayado irritante a unas gracietas torpes, aunque por fortuna desapareció durante un buen rato para ser sustituida por Ernesto Sevilla, otro de esos llamados cómicos aureolados por el prestigio y la etiqueta de “humor inteligente”, aún más torpe que ella sobre el escenario, sin gracia ni garra, dando paso casi entre tartamudeos a las “reivindicaciones” de Blanca Suárez, Fernando Tejero o Carlos Areces, quien tuvo la única línea hilarante de ese larguísimo y plúmbeo gag –o eso se supone que era-, aunque seguro que dicha por otro actor hubiese provocado una carcajada interminable -¡Qué miedo da pensarle y verle en lo nuevo de Almodóvar!-. Y para colmo se empeña en cantar y bailar al más puro estilo “fiesta de fin de curso” –hemos vuelto a la Hache, por si alguien se ha despistado- junto a unos cuantos que, como en el caso de Miguel Ángel Muñoz, ni siquiera se preocupan de dar bien alguna nota, estropeándole el momento, su gran momento, el tantas veces anhelado, de Concha Velasco con su Goya de Honor entre los brazos.   

   ¿Y qué decir de Adriana Ugarte y Carlos Santos –aunque, las cosas como son, fue ella la que leyó los nombres equivocados- al entregar el premio a la mejor canción? Que, a pesar de las explicaciones (abstrusas y un tanto estúpidas) de la Academia, el momento pasará a la posteridad como una metedura de pata descomunal y evitable si las galas se ensayasen, si la dinámica se explicase con propiedad (sobre todo a los que van a pisar el escenario), si uno tuviese claro que debe abrir un sobre y leer lo que pone dentro; por otro lado, si la cosa no era para tanto (que se lo digan a los que se sintieron ganadores durante unos segundos), ¿por qué no salió alguien –la propia Eva Hache que para eso está, González Macho que algo más que discursos justificativos debe hacer- a dejar claro lo que quedó como un medio tongo, montaje o similar? Y, de remate, la chanza de Adriana Ugarte (una actriz sin gracia ni sentido del humor), bochornosa y estrambótica como admirablemente señaló con su gesto Maribel Verdú (a la que deberían hacer un monumento los realizadores –cinco, por cierto, en TVE para meter la pata todo el rato- ya que es el mejor referente como público, asustándose, admirándose, emocionándose, riéndose, apoyando desde su asiento, comentarista estrella con sus gestos y expresiones).

   Ninguna de las cintas candidatas quedará en mi memoria como algo digno de recuerdo (en todo caso, sólo Grupo 7 (2012) y por causas muy negativas), pero en la pugna entre Blancanieves (2012) y Lo imposible (2012) me quedo con la segunda, sobre todo en lo que a dirección se refiere, decepcionándome Pablo Berger en varios tramos por su aparente impericia con las muchas virtudes demostradas en su ópera prima –Torremolinos 73 (2003)-; por eso, aunque siempre hay quien lo considera una incoherencia, aplaudo, puesto que tocaba encumbrar Blancanieves, que J. A. Bayona fuese el galardonado con el premio a la mejor dirección (aunque mi favorito fuese Fernando Trueba, cuya El artista y la modelo (2012) hubiese debido arañar algún premio técnico), ya que el de mejor película se supone que distingue la totalidad, el conjunto, y puede (y de hecho sucede) que el título premiado en esa categoría no sea el que posea la dirección más completa o meritoria o plausible –si argumentamos siempre eso, que la película encumbrada debe llevar implícito el premio para su director, entre otras cosas, estamos invalidando la inmensa mayoría de los palmareses de los festivales de cine que el mundo son-.

   Maribel Verdú logra por fin un Goya que la merece –que sólo lo tuviese por Siete mesas de billar francés (2007) no reflejaba su verdadera entidad como intérprete- y reconoce su madrastra como la auténtica columna vertebral de Blancanieves, empalideciendo todo lo que la rodea, especialmente a Macarena García, encumbrada como actriz revelación tal y como era predecible desde su reconocimiento en el Festival de San Sebastián, quien al menos tuvo el pundonor de recordar y compartir mieles con la que hubiese debido llevarse el Goya a casa si extrañas decisiones no se lo hubiesen impedido por cuestiones de edad (esa manía de ir retocando los reglamentos cuando no nos convienen), es decir, a Sofía Oria, contra cuyo recuerdo poco puede hacer en la segunda parte de la película, aunque, viendo la posterior trayectoria de gran parte de los premiados en esta categoría, esperaremos futuros trabajos de Macarena García para situar el galardón donde merece. Lo mismo puede decirse de Joaquín Núñez, favorecido junto a Julián Villagrán (éste como actor secundario, el otro como revelación) por la corriente de simpatía despertada por Grupo 7, por esa forma de premiar de los actores españoles a los que consideran suyos, parte de la familia, pertenecientes a la tribu, galardonados ambos por roles arquetípicos, llenos de tópicos y brocha gorda, y especialmente el segundo por repetir hasta la saciedad tonos, voz, composición, gestos y decires.

   Candela Peña ganó contra pronóstico (todo hacía pensar que sería premiada la veteranía de Ángela Molina, poco ayudada por Pablo Berger para que su rol quede en la memoria más allá de una secuencia toscamente rodada) por aportar la única veracidad que contiene la hueca Una pistola en cada mano (2012) y el enorme José Sacristán fue premiado por un filme que han visto cuatro, la ampulosa y enervante El muerto y ser feliz (2012), otro de esos ejemplos (y también vale el nombre de Concha Velasco para ello, aunque su trayectoria –mal representada, ya que estamos, en el vídeo de presentación- justifica el galardón recibido con creces) de nombres olvidados a los que de repente se vuelve la cabeza y se homenajea por el título más olvidable de su carrera (para no entretenernos más, sólo recordar que hubiese podido ser reconocido en la primera entrega de los Goya por El viaje a ninguna parte (1986), si lo hubieran nominado, claro).

   Está muy bien eso de querer reconocer a las películas de animación en otras categorías, al margen de la creada específicamente para estos trabajos, pero elegir precisamente Las aventuras de Tadeo Jones (2012) para ello –olvidando, por cierto, que ya el año pasado Arrugas (2011) fue, con todo merecimiento, distinguida en el apartado de guión adaptado- sólo habla de lo redundantes que se ponen los académicos al glorificar una cinta simpática, muy meritoria –sobre todo de cara los resultados económicos-, pero que responde a los cánones de lo que, cuando llega desde fuera, provoca urticaria, menosprecio e incluso insultos y, de paso, hacemos una pedorreta a Paco León, no vaya a ser que se lo crea. Aunque la jugada quedó completada por el Goya a Intocable (2011) como mejor película europea, digna de todos esos exabruptos que dedicamos a productos hechos en Hollywood sólo por ese motivo, y eligieron el momento dedicado a la película iberoamericana para saltarse el guión aparentemente escrito que apuntaba hacia Infancia clandestina (2011) como la que iba a llevarse el gato al agua y aupar a Juan de los Muertos (2011) hasta lo más alto y propiciar uno de los momentos más surrealistas e hilarantes de la noche cuando un primo bastardo de Prince (o el artista antes conocido como tal), luciendo taconazo y funda para las gafas con pedrería, preso de espasmos de alegría e incredulidad, subió al escenario sin dejar de saltar y convulsionándose ante el busto del pintor de Fuendetodos; por cierto, ¿para qué tanto sobre y tarjetones con el nombre de los hipotéticos receptores del premio y luego nadie nos presenta a los que se apelotonan en torno al mismo? En fin, perdón por el chiste fácil, pero, como suele suceder todos los años (¿Dónde estás, Rosa María Sardá?), se esté más o menos de acuerdo con el palmarés, lo que sobra es la gala.      

3 comentarios:

  1. Oscar, has estado sembrado. Lo mejor, Candela, fresca y veraz, se notaba sin armaduras, a pecho descubierto, lo que dijo le nació de las tripas.
    Otro premio, para mí merecido, el de "Hijos de las nubes", porque haciendo a un lado el circo que lleva y trae Bardem, se lo merecía en este caso.
    Con respecto al tremendo error cometido por... ¿Quién? La verdad, si no saben actuar, dime tú cómo pueden hacer algo de tanto peso como presentar un premio. (La gente se cree que presentar algo es una tontería, yo sé, y tú más que nadie, que eso es muy difícil, hay que estar muy preparado y tener dotes para la improvisación.
    Eva Hache, una vez más, no dio la talla. Un discursito aprendido de memoria, escrito por los guionistas de turno.
    En cuanto a los premios, con alguno no estoy de acuerdo, para que lo voy a negar, pero ya se sabe, la industria quiere favorecer las taquillas de aquellos que se han gastado muchos cuartos...
    Coincido en lo del maestro Pepe. Nunca olvidaré cuando lo vi en Madrid representando la grande de Miller (bueno, una de ellas), la Muerte de un viajante. Madre mía!!!!Para quitarse el sombrero. Además tuve la suerte de hablar con él antes y después de la función.No como entrevista, sino de tú a tú. Un genio. (hablando de dicción... cuánto deberían aprender los nuevos)
    Coincido en tu visión sobre Bayona. No te niego que al principio creía que el proyecto se le quedaría grande, y que no sabría ubicarse, pero me equivoqué de todas todas. Además humilde, y eso es bueno. Ojalá no cambie (mi pensamiento va directo hacia Amenabar).
    Bueno, la gala estuvo regular, para mi gusto. La Verdú muy grande!! Gracias Oscar por tu paciencia y por el espacio. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. ¡Gracias a ti por el seguimiento y por escribir! Y sobre el documental que ha producido Bardem no he escrito porque no lo he visto, pero digamos que no queda bien llorar por el Sáhara (que no digo que no lo merezca) y obviar lo que está pasando en España e, incluso, hacer negocio con la tragedia (que algo que siempre censuramos si lo hacen en Hollywood):igual podía haber hecho alguna donación en lugar de financiar una película (pero vamos, es sólo un decir, jajaja).

    ResponderEliminar
  3. Estoy de acuerdo. La que está en esta lucha desde hace años es Pilar. Con respecto al negocio, no lo sé, maldito parné, habría que preguntar si se donó la recaudación.
    Aprovecho para decirte, que aunque no escriba mucho, siempre te leo. Te doy las gracias por tu trabajo, siempre aprendo de tus comentarios.
    Un abrazo

    ResponderEliminar