Este año más que nunca (actuando por encima
de todo como espectador, sin tener que atender a ninguna obligación ni
imposición: escogiendo lo que uno quiere ver y, eso sí, analizando cada
película con el oficio desarrollado durante mucho tiempo y con un anhelo
profesional que se mantiene contra viento y marea), el resumen cinematográfico
es muy particular porque han quedado fuera títulos que se han destacado mucho,
que se han promocionado aquí y allá, que han recibido galardones, que algunos
han considerado importantes, pero que a un servidor no le han despertado el más
mínimo interés y, aunque al final irán cayendo (incluso para confirmar las
expectativas más bajas y menos halagüeñas -también, justo es reconocerlo, para
llevarse alguna que otra grata sorpresa-), por malas experiencias pasadas o por
desapego hacia ciertos géneros, actores o directores (y también rehuyendo
aquello que determinados autoproclamados expertos encumbran más allá de
cualquier Olimpo), se ha optado por visionar otras cintas que quedan opacados
por los de (muchas veces tan sólo supuesto y atendiendo a la maquinaria que se
articula en torno a su lanzamiento) relumbrón, olvidados fundamentalmente por
aquellos que se jactan de defender y salvar el cine. Los fieles al blog, y aún
más los contactos de Facebook porque casi todos los días publico algo en torno
a lo que veo, saben que hay filmes que no aparecen en ninguna de las listas
porque se han quedado en un terreno intermedio, no han provocado ni frío ni
calor, o bien porque otros les han batido tanto para figurar en lo que destaca
como en lo que se querría olvidar; de todos modos, si algún lector generoso
quiere saber el dictamen de cualquier película que eche de menos (o que él o
ella incluiría en alguno de los listados) que, por favor, no dude en
preguntarlo, que añada un comentario a este texto y se le dará respuesta (aunque
sólo sea para aclarar que no se ha visto o no se ha querido ver, matiz sin duda
importante, aunque a veces responda tan sólo a un prejuicio).
PELÍCULAS EXTRANJERAS DESTACADAS:
-CAROL:
Todd
Haynes revalida su condición de digno heredero de Douglas Sirk, reconfirma que,
como aquel, es un hacedor de melodramas elegantes y contundentes, sin necesidad
de manierismos ni exageraciones, tomando la senda del maestro pero sin copiarle
ni quedarse en el envoltorio, extrayendo del género sus mejores esencias,
creando la atmósfera propicia para cada historia, asombrando y cautivando a
propios y extraños, alcanzando una cima de calidad aún más alta que la
conseguida con su esplendorosa Mildred
Pierce (2011) televisiva, aunque parecía difícil tamaña proeza. Pero uno de
sus mayores méritos, precisamente, es hacerlo fácil, que todo fluya y confluya,
que nada se resienta, que el conjunto sea un cúmulo de excelencias (fotografía,
dirección artística, banda sonora, vestuario), que la creación de Patricia
Highsmith cobre vida fílmica sin perder un ápice de emoción, siendo fiel al
espíritu de la letra, sin concesiones ni reduccionismos, imprimiendo un ritmo
tan implacable como posee el original, acariciando con su cámara a un magistral
dúo de protagonistas, una Rooney Mara impagable, contrapunto perfecto de una
Cate Blanchett que bate sus propias marcas, ajustándose ambas como si fuesen
una sola -extraña, absurda e hiriente la decisión del jurado de Cannes de
premiar sólo a la primera, sumándole la pedorreta, porque no se la puede
calificar de otra manera, de conceder el galardón ex aequo con la intensa a
toda costa Emmanuelle Brecot de la insufrible Mi amor (2015)-.
-ELLE:
También
en este caso (pero en 2016, Carol se
presentó en la edición de 2015), el jurado del Festival de Cannes miró hacia
otro lado y descabalgó de la Palma de Oro a una cinta que permanecerá en
consideración crítica y en la conmoción que provoca en los espectadores mucho
más tiempo que la galardonada (y eso que, al menos, Dheepan (2015) gozó del aplauso generalizado y entusiasta de los
considerados expertos, no puede decirse lo mismo de Yo, Daniel Blake (2016), bien recibida pero sin tirar cohetes).
Paul Verhoeven refina, redefine y depura su estilo para zarandear, conmocionar
y provocar desde la naturalidad, desde la sencillez, sin truculencias ni
barroquismos, sin sorpresas abracadabrantes, haciendo que todo sea posible por
la facilidad con que lo narra y lo encaja en el contexto, manteniendo al
público permanentemente atento y en silencio porque resulta imposible prever
qué sucederá a continuación. Al margen de su pulso firme tras la cámara,
sustentando en el espléndido guión de David Birke que dibuja con sutileza y
hondura personalidades muy complejas, sin una actriz del calibre de Isabelle
Huppert todo el edificio se vendría abajo puesto que soporta sobre sus hombros
el peso de un filme lleno de sombras, de incógnitas, de mentiras, de
ambigüedades, de terrenos pantanosos. Toda una experiencia que rebosa arte.
-LA
CHICA DANESA:
Tom
Hooper deja a un lado su tendencia a lo rimbombante, a los trazos gruesos, a
ponerse por encima de las historias y de los actores, a subrayar su presencia
en cada plano, para narrar con delicadeza y finura, con respeto e incluso
admiración, la dramática historia de amor entre el matrimonio que formaban los pintores
Einar y Gerda Wegener en la Dinamarca de los años 20 del siglo pasado: él descubrió
su verdadera personalidad al posar para ella con ropas de mujer ocupando el
puesto de una modelo que no se había presentado y, desde ese momento, luchó por
reasignar su sexo e incluso consiguió un pasaporte por el nombre con el que
quería ser llamada, Lili Elbe, pero falleció debido a las complicaciones de la
que era última operación de una cirugía entonces desconocida y de muy alto
riesgo. Eddie Redmayne consigue otra interpretación mayúscula y Alicia Vikander
deja sin aliento por todo lo que es capaz de expresar y transmitir con una
mirada.
-REGRESO
A CASA:
El
tándem que el director Zhang Yimou y la actriz Gong Li forman en lo artístico (ya
hace mucho tiempo que dejaron de ser pareja, pero gustan de reunirse de vez en
cuando por fortuna para los espectadores) sigue funcionando y dando como fruto
filmes plenos de sensibilidad, películas que, como en este caso, tocan el
corazón y provocan lágrimas ganadas con honestidad, a veces de pura emoción, de
alegría, de satisfacción, otras de la más absoluta desolación, siempre como
tributo a la delicadeza, la belleza conseguida con sobriedad, la exquisitez que
no empalaga ni satura.
-BROOKLYN:
Un
filme revolucionario precisamente porque no renuncia a un necesario y bien
utilizado clasicismo, toda una muestra de las máximas virtudes británicas en lo
que a lo audiovisual se refiere, reunidas bajo la batuta de John Crowley en una
afortunada y emocionante traslación cinematográfica de la magnífica novela
homónima de Colm Tóibín. Saoirse Ronan despliega todo su encanto, su saber
hacer, impregna cada secuencia con su presencia, va sembrando su interpretación
de pequeños detalles que cobrarán importancia en su momento debido,
espléndidamente secundada por un Domhall Gleeson que se está convirtiendo en un
actor imprescindible y un Emory Cohen que supone todo un descubrimiento, un
trasunto del Brando de La ley del silencio
(1954), sin pretenderlo ni imitarlo (ni mucho menos parodiarlo, como tanto
se ve por ahí).
PELÍCULAS EXTRANJERAS OLVIDABLES:
-THE NEON DEMON:
Nicolas Winding Refn fue recibido por la
gran esperanza blanca por la sobrevaloradísima y aparatosa Drive (2011) en la que hasta el hieratismo impostado de Ryan
Gosling era una pura mueca. Tras un resbalón estrepitoso -entre aquellos que le
habían coronado- con Sólo Dios perdona (2013),
ha optado por la brocha y el trazo gruesos, por la provocación más básica y
hueca, por firmar los créditos para que quede claro que es autor, eso que no
falte. Por lo demás, un delirio que ni siquiera es propio (pueden enumerarse
muchos precedentes, referentes, copias, plagios), un ejercicio de ombliguismo
ampuloso, cansino, fundamentalmente muy largo, un espanto que ni siquiera
resulta tal por transgresor u osado sino por aburrido y fatuo.
-LA HABITACIÓN:
El auténtico bluff de la temporada, una
cinta rodeada de prestigio que es una burbuja que estalla pasada la primera
media hora o así (una vez sale de sus límites), un continuo alarde de dirección
que no aporta sino que resta por fatigoso, redundante y pretenciosamente feo
(intentando suplir las carencias para transmitir sin necesidad de aspavientos,
desencuadres y desenfoques casi continuos que están a punto de que nos perdamos
lo único valioso: la interpretación de Jacob Tremblay, por mucho que quien
arrasase en premios fuese Brie Larson, de quien poco puede juzgarse con un
personaje tan plano y peor dibujado, tal vez otro de esos Oscar que costará
recordar (y comprender) dentro de unos años.
-DIOSES DE EGIPTO:
Alex Proyas sigue fiel a sí mismo y entrega una
película aburrida, llena de pirotecnia, sin ritmo ni sentido de la aventura,
abusando de los efectos especiales más allá de toda medida, desperdiciando
algunos elementos y actores que hubiesen podido divertirnos de estar manejados
y dosificados por alguien sin tendencia a lo elefantiásico.
-INFERNO:
Ron Howard sigue empeñado en que las
noveluchas de Dan Brown pueden transformarse en imágenes emocionantes, las
mismas que él es incapaz de conseguir (porque son otros los que le salvan y
aportan triunfos, su éxito viene dado por motivos ajenos, desde Daryl Hannah a
un libreto de Peter Morgan, pasando por los maravillosos veteranos de Cocoon (1985) o la pareja formada por
Russell Crowe y Jennifer Connelly). Para colmo, la inexpresividad de Tom Hanks
ha alcanzado límites estratosféricos debido a la cirugía estética y al propio
acartonamiento que imprime el paso del tiempo (más acusado en quien siempre
tuvo ese gesto entre estreñido y lloroso).
-COMO REINAS:
¿Reunir a Jessica Lange y Shirley MacLaine
para este engendro? ¿Toni Acosta tiene desde ahora en su filmografía una
secuencia con ambas leyendas? ¿Santiago Segura haciendo de Santiago Segura? ¿Y
encima aparece el siempre innecesario -aquí no llega a error de casting como le
sucede en teatro porque, por fortuna, aparece un minuto- Julián Villagrán? ¡Si
me lo dicen antes salgo corriendo en dirección contraria!
PELÍCULAS ESPAÑOLAS E HISPANOAMERICANAS
DESTACADAS:
-LA
CORONA PARTIDA:
Nacida
como nexo de unión entre dos series -Isabel
(2011-2014) y Carlos, Rey Emperador (2015-2016)-,
tiene entidad propia como película, rodada con la magnificencia debida y sin
acartonamientos -y no como, por desgracia, le sucedió a Vicente Aranda en Juana la Loca (2001)-. Es un gustazo
escuchar a actores que saben hablar (y moverse) del modo en que lo hacen Jacobo
Dicenta, Fernando Cayo, Fernando Guillén Cuervo o Ramón Madaula, siendo de
justicia destacar a un inmenso Eusebio Poncela que en cualquier otro país sería
cuando menos candidato a cuanto premio de interpretación exista. Rodolfo Sancho
cumple con habilidad su cometido, siendo el único punto negro la pareja formada
por un envarado e irritante Raúl Mérida y una forzada y prematura (e
injustamente para quien esto escribe) encumbrada Irene Escolar.
-EL
OLIVO:
Paul
Laverty, el guionista de cabecera de Ken Loach desde hace veinte años, es capaz
de olvidarse del maniqueísmo más ramplón, de hacer proselitismo, de hablar para
los convencidos, de un didactismo esquemático, para contar una historia
sencilla, honesta, que no esconde sus cartas pero tampoco las marca desde el principio.
Icíar Bollaín acierta plenamente en el modo de filmar, sin subrayar ni forzar,
con naturalidad, permitiendo que Javier Gutiérrez ofrezca la que es tal vez su
interpretación menos enfática, emocionando por las buenas, mientras que Anna
Castillo no se hace la simpática, incluso a veces resulta un tanto cargante (si
es algo buscado, lo han conseguido -lo malo sería que hubiesen pretendido lo
contrario-).
-1898.
LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS:
Una
agradable sorpresa, un filme espléndidamente llevado por un debutante en la
gran pantalla, Salvador Calvo, quien demuestra haber dejado atrás el
aspaviento, la grandilocuencia y el automatismo de ciertas producciones
televisivas (como muestra y contrapunto ha podido verse recientemente Lo que escondían sus ojos o El padre de Caín, que también llevan su
firma). Todo un despliegue de producción que se hace encajar en el guión (y no
al revés como equivocadamente se practica demasiado a menudo) para que lo más
destacable sean las interpretaciones, especialmente las de Luis Tosar, Carlos
Hipólito, Karra Elejalde y, de nuevo, Javier Gutiérrez.
-TARDE PARA
LA IRA:
Raúl
Arévalo convierte todas sus muecas como actor en movimientos de cámara como
director novel, siendo esa histeria la que distancia y agota en ocasiones, pero
por fortuna el estupendo guión (también obra de Arévalo junto a David Pulido)
consigue que la tensión (que no hace falta forzar ni estereotipar) no decaiga y
el interés del espectador aún menos. Antonio de la Torre y Luis Callejo forman
una pareja con química, presencia y bravura, pero no pueden evitar que la
función se la merienden entre una fantástica Ruth Díaz a la que se echa de
menos cuando no está en pantalla y ese robaplanos llamado Manolo Solo, quien se
apodera de la que ya es una secuencia legendaria y una de las más impactantes y
mejor rodadas que hayan podido aplaudirse en 2016.
-EL REY
TUERTO:
Con
un punto de partida extremo, consigue divertir e inquietar, que sea el público
quien se haga las preguntas, evita los escollos de la polarización, no se
posiciona claramente aunque se noten las simpatías, deja que cada personaje se
explique como sabe o puede sin caer en lo obvio, sin generalizar, recurriendo
al estereotipo lo justo para poder usar un trazo rápido. Ruth Llopis y Betsy
Túrnez extraen oro de sus personajes, el de un tiempo a esta parte omnipresente
Miki Esparbé parece estar haciendo parodia, mientras que Alain Hernández
derrocha carisma en el rol más complicado y antipático, consiguiendo una
veracidad digna de encomio.
PELÍCULAS
ESPAÑOLAS E IBEROAMERICANAS OLVIDABLES:
-100 METROS:
Película de superación al más puro estilo
meloso que tanto asociamos con aquellos Estrenos
TV de los 70-80, una malísima mezcla entre comedia y drama a cargo de un
Karra Elejalde que se copia a sí mismo por enésima vez y un Dani Rovira que
hace todo lo que puede para romper con su imagen más popular pero que revela abundantes
carencias como actor, mientras que Alexandra Jiménez, más contenida y precisa
que de habitual, poco más puede hacer con lo que es casi una aparición
especial. Cuando recurre a imágenes reales de la proeza original, aún quedan
más patentes los trucos y la total ausencia de épica por parte de Marcel Barrena.
-TENEMOS QUE HABLAR:
Mientras continúa una fructífera y plausible
carrera como director teatral al que seguir, David Serrano no levanta cabeza
como director cinematográfico, ya muy lejanos los aplausos (y réditos en
taquilla) que provocó su debut en el largometraje con Días de fútbol (2003). Sucesión de chistes (o similares) fallidos,
repetitivos y/o antiquísimos (y anticuados), una comedia romántica que no tiene
ni de lo uno ni de lo otro en la que, para colmo, tiene un papel relevante
Ernesto Sevilla, uno de los supuestamente renovadores del humor español.
-CIEN AÑOS DE PERDÓN:
Daniel Calparsoro vuelve por sus fueros,
dando más importancia a lo visual, complicando la jugada, buscando lucimiento,
retorciendo la secuencia en apariencia más sencilla, combinándose con un guión
pretencioso y lleno de énfasis de Jorge Guerricaechevarría.
-CUERPO DE ÉLITE:
Con un buen diseño de producción que la
aleja en parte de ese mal hermanamiento que tanto se practica entre cine y
televisión, por lo demás queda como el episodio piloto de una serie repleta de
obviedades y gracietas, más bien rutinario y sin mucho empeño, con la
colaboración de Carlos Areces y Joaquín Reyes, otros de esos que, según dicen
los que quieren darse impotancia y destacarse, representan el “humor
inteligente” que tanto se lleva y busca (y que es el de toda la vida y peor
interpretado).
-EL PREGÓN:
O cuando unos amiguetes se juntaron para
hacer una película y dejaron claro que, aunque poseen más naturalidad y gracia
que algunos que llevan media vida actuando (o fingiéndolo -¡Toma vuelta de
tuerca!-), Andreu Buenafuente y Berto Romero consiguen más risas cuando son
ellos mismos en un programa de televisión.