lunes, 2 de enero de 2017

2016: FUNDAMENTALMENTE, ELLAS



   Este año más que nunca (actuando por encima de todo como espectador, sin tener que atender a ninguna obligación ni imposición: escogiendo lo que uno quiere ver y, eso sí, analizando cada película con el oficio desarrollado durante mucho tiempo y con un anhelo profesional que se mantiene contra viento y marea), el resumen cinematográfico es muy particular porque han quedado fuera títulos que se han destacado mucho, que se han promocionado aquí y allá, que han recibido galardones, que algunos han considerado importantes, pero que a un servidor no le han despertado el más mínimo interés y, aunque al final irán cayendo (incluso para confirmar las expectativas más bajas y menos halagüeñas -también, justo es reconocerlo, para llevarse alguna que otra grata sorpresa-), por malas experiencias pasadas o por desapego hacia ciertos géneros, actores o directores (y también rehuyendo aquello que determinados autoproclamados expertos encumbran más allá de cualquier Olimpo), se ha optado por visionar otras cintas que quedan opacados por los de (muchas veces tan sólo supuesto y atendiendo a la maquinaria que se articula en torno a su lanzamiento) relumbrón, olvidados fundamentalmente por aquellos que se jactan de defender y salvar el cine. Los fieles al blog, y aún más los contactos de Facebook porque casi todos los días publico algo en torno a lo que veo, saben que hay filmes que no aparecen en ninguna de las listas porque se han quedado en un terreno intermedio, no han provocado ni frío ni calor, o bien porque otros les han batido tanto para figurar en lo que destaca como en lo que se querría olvidar; de todos modos, si algún lector generoso quiere saber el dictamen de cualquier película que eche de menos (o que él o ella incluiría en alguno de los listados) que, por favor, no dude en preguntarlo, que añada un comentario a este texto y se le dará respuesta (aunque sólo sea para aclarar que no se ha visto o no se ha querido ver, matiz sin duda importante, aunque a veces responda tan sólo a un prejuicio).

PELÍCULAS EXTRANJERAS DESTACADAS:


-CAROL:
   Todd Haynes revalida su condición de digno heredero de Douglas Sirk, reconfirma que, como aquel, es un hacedor de melodramas elegantes y contundentes, sin necesidad de manierismos ni exageraciones, tomando la senda del maestro pero sin copiarle ni quedarse en el envoltorio, extrayendo del género sus mejores esencias, creando la atmósfera propicia para cada historia, asombrando y cautivando a propios y extraños, alcanzando una cima de calidad aún más alta que la conseguida con su esplendorosa Mildred Pierce (2011) televisiva, aunque parecía difícil tamaña proeza. Pero uno de sus mayores méritos, precisamente, es hacerlo fácil, que todo fluya y confluya, que nada se resienta, que el conjunto sea un cúmulo de excelencias (fotografía, dirección artística, banda sonora, vestuario), que la creación de Patricia Highsmith cobre vida fílmica sin perder un ápice de emoción, siendo fiel al espíritu de la letra, sin concesiones ni reduccionismos, imprimiendo un ritmo tan implacable como posee el original, acariciando con su cámara a un magistral dúo de protagonistas, una Rooney Mara impagable, contrapunto perfecto de una Cate Blanchett que bate sus propias marcas, ajustándose ambas como si fuesen una sola -extraña, absurda e hiriente la decisión del jurado de Cannes de premiar sólo a la primera, sumándole la pedorreta, porque no se la puede calificar de otra manera, de conceder el galardón ex aequo con la intensa a toda costa Emmanuelle Brecot de la insufrible Mi amor (2015)-.
-ELLE:
   También en este caso (pero en 2016, Carol se presentó en la edición de 2015), el jurado del Festival de Cannes miró hacia otro lado y descabalgó de la Palma de Oro a una cinta que permanecerá en consideración crítica y en la conmoción que provoca en los espectadores mucho más tiempo que la galardonada (y eso que, al menos, Dheepan (2015) gozó del aplauso generalizado y entusiasta de los considerados expertos, no puede decirse lo mismo de Yo, Daniel Blake (2016), bien recibida pero sin tirar cohetes). Paul Verhoeven refina, redefine y depura su estilo para zarandear, conmocionar y provocar desde la naturalidad, desde la sencillez, sin truculencias ni barroquismos, sin sorpresas abracadabrantes, haciendo que todo sea posible por la facilidad con que lo narra y lo encaja en el contexto, manteniendo al público permanentemente atento y en silencio porque resulta imposible prever qué sucederá a continuación. Al margen de su pulso firme tras la cámara, sustentando en el espléndido guión de David Birke que dibuja con sutileza y hondura personalidades muy complejas, sin una actriz del calibre de Isabelle Huppert todo el edificio se vendría abajo puesto que soporta sobre sus hombros el peso de un filme lleno de sombras, de incógnitas, de mentiras, de ambigüedades, de terrenos pantanosos. Toda una experiencia que rebosa arte.
-LA CHICA DANESA:
   Tom Hooper deja a un lado su tendencia a lo rimbombante, a los trazos gruesos, a ponerse por encima de las historias y de los actores, a subrayar su presencia en cada plano, para narrar con delicadeza y finura, con respeto e incluso admiración, la dramática historia de amor entre el matrimonio que formaban los pintores Einar y Gerda Wegener en la Dinamarca de los años 20 del siglo pasado: él descubrió su verdadera personalidad al posar para ella con ropas de mujer ocupando el puesto de una modelo que no se había presentado y, desde ese momento, luchó por reasignar su sexo e incluso consiguió un pasaporte por el nombre con el que quería ser llamada, Lili Elbe, pero falleció debido a las complicaciones de la que era última operación de una cirugía entonces desconocida y de muy alto riesgo. Eddie Redmayne consigue otra interpretación mayúscula y Alicia Vikander deja sin aliento por todo lo que es capaz de expresar y transmitir con una mirada.  
-REGRESO A CASA:
   El tándem que el director Zhang Yimou y la actriz Gong Li forman en lo artístico (ya hace mucho tiempo que dejaron de ser pareja, pero gustan de reunirse de vez en cuando por fortuna para los espectadores) sigue funcionando y dando como fruto filmes plenos de sensibilidad, películas que, como en este caso, tocan el corazón y provocan lágrimas ganadas con honestidad, a veces de pura emoción, de alegría, de satisfacción, otras de la más absoluta desolación, siempre como tributo a la delicadeza, la belleza conseguida con sobriedad, la exquisitez que no empalaga ni satura.
-BROOKLYN:
   Un filme revolucionario precisamente porque no renuncia a un necesario y bien utilizado clasicismo, toda una muestra de las máximas virtudes británicas en lo que a lo audiovisual se refiere, reunidas bajo la batuta de John Crowley en una afortunada y emocionante traslación cinematográfica de la magnífica novela homónima de Colm Tóibín. Saoirse Ronan despliega todo su encanto, su saber hacer, impregna cada secuencia con su presencia, va sembrando su interpretación de pequeños detalles que cobrarán importancia en su momento debido, espléndidamente secundada por un Domhall Gleeson que se está convirtiendo en un actor imprescindible y un Emory Cohen que supone todo un descubrimiento, un trasunto del Brando de La ley del silencio (1954), sin pretenderlo ni imitarlo (ni mucho menos parodiarlo, como tanto se ve por ahí).
PELÍCULAS EXTRANJERAS OLVIDABLES:
-THE NEON DEMON:

   Nicolas Winding Refn fue recibido por la gran esperanza blanca por la sobrevaloradísima y aparatosa Drive (2011) en la que hasta el hieratismo impostado de Ryan Gosling era una pura mueca. Tras un resbalón estrepitoso -entre aquellos que le habían coronado- con Sólo Dios perdona (2013), ha optado por la brocha y el trazo gruesos, por la provocación más básica y hueca, por firmar los créditos para que quede claro que es autor, eso que no falte. Por lo demás, un delirio que ni siquiera es propio (pueden enumerarse muchos precedentes, referentes, copias, plagios), un ejercicio de ombliguismo ampuloso, cansino, fundamentalmente muy largo, un espanto que ni siquiera resulta tal por transgresor u osado sino por aburrido y fatuo.

-LA HABITACIÓN:

   El auténtico bluff de la temporada, una cinta rodeada de prestigio que es una burbuja que estalla pasada la primera media hora o así (una vez sale de sus límites), un continuo alarde de dirección que no aporta sino que resta por fatigoso, redundante y pretenciosamente feo (intentando suplir las carencias para transmitir sin necesidad de aspavientos, desencuadres y desenfoques casi continuos que están a punto de que nos perdamos lo único valioso: la interpretación de Jacob Tremblay, por mucho que quien arrasase en premios fuese Brie Larson, de quien poco puede juzgarse con un personaje tan plano y peor dibujado, tal vez otro de esos Oscar que costará recordar (y comprender) dentro de unos años.

-DIOSES DE EGIPTO:

   Alex Proyas sigue fiel a sí mismo y entrega una película aburrida, llena de pirotecnia, sin ritmo ni sentido de la aventura, abusando de los efectos especiales más allá de toda medida, desperdiciando algunos elementos y actores que hubiesen podido divertirnos de estar manejados y dosificados por alguien sin tendencia a lo elefantiásico.

-INFERNO:

   Ron Howard sigue empeñado en que las noveluchas de Dan Brown pueden transformarse en imágenes emocionantes, las mismas que él es incapaz de conseguir (porque son otros los que le salvan y aportan triunfos, su éxito viene dado por motivos ajenos, desde Daryl Hannah a un libreto de Peter Morgan, pasando por los maravillosos veteranos de Cocoon (1985) o la pareja formada por Russell Crowe y Jennifer Connelly). Para colmo, la inexpresividad de Tom Hanks ha alcanzado límites estratosféricos debido a la cirugía estética y al propio acartonamiento que imprime el paso del tiempo (más acusado en quien siempre tuvo ese gesto entre estreñido y lloroso).

-COMO REINAS:

   ¿Reunir a Jessica Lange y Shirley MacLaine para este engendro? ¿Toni Acosta tiene desde ahora en su filmografía una secuencia con ambas leyendas? ¿Santiago Segura haciendo de Santiago Segura? ¿Y encima aparece el siempre innecesario -aquí no llega a error de casting como le sucede en teatro porque, por fortuna, aparece un minuto- Julián Villagrán? ¡Si me lo dicen antes salgo corriendo en dirección contraria!


PELÍCULAS ESPAÑOLAS E HISPANOAMERICANAS DESTACADAS:

-LA CORONA PARTIDA:
   Nacida como nexo de unión entre dos series -Isabel (2011-2014) y Carlos, Rey Emperador (2015-2016)-, tiene entidad propia como película, rodada con la magnificencia debida y sin acartonamientos -y no como, por desgracia, le sucedió a Vicente Aranda en Juana la Loca (2001)-. Es un gustazo escuchar a actores que saben hablar (y moverse) del modo en que lo hacen Jacobo Dicenta, Fernando Cayo, Fernando Guillén Cuervo o Ramón Madaula, siendo de justicia destacar a un inmenso Eusebio Poncela que en cualquier otro país sería cuando menos candidato a cuanto premio de interpretación exista. Rodolfo Sancho cumple con habilidad su cometido, siendo el único punto negro la pareja formada por un envarado e irritante Raúl Mérida y una forzada y prematura (e injustamente para quien esto escribe) encumbrada Irene Escolar.
-EL OLIVO:
   Paul Laverty, el guionista de cabecera de Ken Loach desde hace veinte años, es capaz de olvidarse del maniqueísmo más ramplón, de hacer proselitismo, de hablar para los convencidos, de un didactismo esquemático, para contar una historia sencilla, honesta, que no esconde sus cartas pero tampoco las marca desde el principio. Icíar Bollaín acierta plenamente en el modo de filmar, sin subrayar ni forzar, con naturalidad, permitiendo que Javier Gutiérrez ofrezca la que es tal vez su interpretación menos enfática, emocionando por las buenas, mientras que Anna Castillo no se hace la simpática, incluso a veces resulta un tanto cargante (si es algo buscado, lo han conseguido -lo malo sería que hubiesen pretendido lo contrario-).
-1898. LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS:
   Una agradable sorpresa, un filme espléndidamente llevado por un debutante en la gran pantalla, Salvador Calvo, quien demuestra haber dejado atrás el aspaviento, la grandilocuencia y el automatismo de ciertas producciones televisivas (como muestra y contrapunto ha podido verse recientemente Lo que escondían sus ojos o El padre de Caín, que también llevan su firma). Todo un despliegue de producción que se hace encajar en el guión (y no al revés como equivocadamente se practica demasiado a menudo) para que lo más destacable sean las interpretaciones, especialmente las de Luis Tosar, Carlos Hipólito, Karra Elejalde y, de nuevo, Javier Gutiérrez.
-TARDE PARA LA IRA:
   Raúl Arévalo convierte todas sus muecas como actor en movimientos de cámara como director novel, siendo esa histeria la que distancia y agota en ocasiones, pero por fortuna el estupendo guión (también obra de Arévalo junto a David Pulido) consigue que la tensión (que no hace falta forzar ni estereotipar) no decaiga y el interés del espectador aún menos. Antonio de la Torre y Luis Callejo forman una pareja con química, presencia y bravura, pero no pueden evitar que la función se la merienden entre una fantástica Ruth Díaz a la que se echa de menos cuando no está en pantalla y ese robaplanos llamado Manolo Solo, quien se apodera de la que ya es una secuencia legendaria y una de las más impactantes y mejor rodadas que hayan podido aplaudirse en 2016.
-EL REY TUERTO:
   Con un punto de partida extremo, consigue divertir e inquietar, que sea el público quien se haga las preguntas, evita los escollos de la polarización, no se posiciona claramente aunque se noten las simpatías, deja que cada personaje se explique como sabe o puede sin caer en lo obvio, sin generalizar, recurriendo al estereotipo lo justo para poder usar un trazo rápido. Ruth Llopis y Betsy Túrnez extraen oro de sus personajes, el de un tiempo a esta parte omnipresente Miki Esparbé parece estar haciendo parodia, mientras que Alain Hernández derrocha carisma en el rol más complicado y antipático, consiguiendo una veracidad digna de encomio.
PELÍCULAS ESPAÑOLAS E IBEROAMERICANAS OLVIDABLES:

-100 METROS:

  Película de superación al más puro estilo meloso que tanto asociamos con aquellos Estrenos TV de los 70-80, una malísima mezcla entre comedia y drama a cargo de un Karra Elejalde que se copia a sí mismo por enésima vez y un Dani Rovira que hace todo lo que puede para romper con su imagen más popular pero que revela abundantes carencias como actor, mientras que Alexandra Jiménez, más contenida y precisa que de habitual, poco más puede hacer con lo que es casi una aparición especial. Cuando recurre a imágenes reales de la proeza original, aún quedan más patentes los trucos y la total ausencia de épica por parte de Marcel Barrena.

-TENEMOS QUE HABLAR:

   Mientras continúa una fructífera y plausible carrera como director teatral al que seguir, David Serrano no levanta cabeza como director cinematográfico, ya muy lejanos los aplausos (y réditos en taquilla) que provocó su debut en el largometraje con Días de fútbol (2003). Sucesión de chistes (o similares) fallidos, repetitivos y/o antiquísimos (y anticuados), una comedia romántica que no tiene ni de lo uno ni de lo otro en la que, para colmo, tiene un papel relevante Ernesto Sevilla, uno de los supuestamente renovadores del humor español.

-CIEN AÑOS DE PERDÓN:

   Daniel Calparsoro vuelve por sus fueros, dando más importancia a lo visual, complicando la jugada, buscando lucimiento, retorciendo la secuencia en apariencia más sencilla, combinándose con un guión pretencioso y lleno de énfasis de Jorge Guerricaechevarría.

-CUERPO DE ÉLITE:

   Con un buen diseño de producción que la aleja en parte de ese mal hermanamiento que tanto se practica entre cine y televisión, por lo demás queda como el episodio piloto de una serie repleta de obviedades y gracietas, más bien rutinario y sin mucho empeño, con la colaboración de Carlos Areces y Joaquín Reyes, otros de esos que, según dicen los que quieren darse impotancia y destacarse, representan el “humor inteligente” que tanto se lleva y busca (y que es el de toda la vida y peor interpretado).

-EL PREGÓN:

   O cuando unos amiguetes se juntaron para hacer una película y dejaron claro que, aunque poseen más naturalidad y gracia que algunos que llevan media vida actuando (o fingiéndolo -¡Toma vuelta de tuerca!-), Andreu Buenafuente y Berto Romero consiguen más risas cuando son ellos mismos en un programa de televisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario