TÍTULO ORIGINAL: Looper AÑO DE
PRODUCCIÓN: 2012 DIRECCIÓN: Rian Johnson GUIÓN: Rian Johnson MÚSICA: Nathan
Johnson FOTOGRAFÍA: Steve Yedlin MONTAJE: Bob Ducsay REPARTO: Joseph
Gordon-Levitt, Bruce Willis, Emily Blunt, Paul Dano, Jeff Daniels
No sólo el género de la ciencia ficción debe algunas de sus páginas más
brillantes a lo que puede resumirse en una pregunta que comenzara diciendo “¿Qué
pasaría si…?”; una de sus variantes, “¿Qué hubiera pasado si…?”, ha permitido,
incluso a reputados historiadores, la posibilidad de fantasear, de jugar con
los hechos reales, de cambiar, nunca mejor dicho, el curso de la Historia en novelas
o ensayos, en reflexiones, en obras de arte y, por supuesto, en películas. Dentro
de esta inquietud por imaginar otros derroteros para el mundo que conocemos,
los viajes en el tiempo han sido abono que ha multiplicado la fertilidad de los
creadores, bien con el objeto de viajar al pasado y ser testigos de momentos
trascendentales, bien con la espuria intención de alterar lo que se estudia en
los libros, tal vez con la buena intención de lograr una segunda oportunidad (pero
sin tener en cuenta las consecuencias que esa remodelación puede tener para los
demás), también con el objeto de asomarse al futuro y conocerlo puesto que el
reloj biológico dejará de funcionar antes de que esa fecha sea la presente. De una
forma u otra, este particular universo siempre resulta un tanto reiterativo
para el que fue adolescente y analizó con los amigos todos los pormenores de Regreso al futuro (1985), especialmente
en lo que hace referencia a las posibles incoherencias del guión a la hora de
cerrar la historia sin flecos ni trampas.
En ese sentido, Looper logra,
con sencillez y honestidad, trazar su línea maestra en las primeras escenas
para que cualquiera comprenda lo que se va a narrar: ¿Y si en un futuro,
digamos 2072, los asesinatos estuviesen terminantemente prohibidos? (futurible
que a uno se le antoja deseable, aunque Rian Johnson, demostrando que conoce
cómo de inhumano es el llamado ser humano, explica en seguida el subterfugio
que los criminales podrían encontrar para sortear el problema) Nada más
sencillo que hacer viajar a las víctimas treinta años atrás (o sea, 2042,
nuestro futuro) para que sean ejecutadas allí por un Looper, un asesino a
sueldo que espera tan peculiar envío a la hora y en el lugar adecuados con su
arma preparada para disparar en cuanto se materializa ante él el cuerpo, que
siempre llega maniatado, con la cabeza cubierta y el pago por los servicios en
forma de lingotes de plata que el verdugo toma para sí antes de deshacerse del
cadáver; si los lingotes son de oro, el Looper sabrá que ha cerrado su bucle (“loop”
en inglés) puesto que acaba de asesinarse para, de este modo, evitar que pueda
denunciar en el futuro a los infractores de la ley (por decirlo suavemente).
Todo este a modo de laberinto temporal no resulta nada intrincado, se expone
con facilidad y permite que el espectador se enganche a una trama que esconde
las piezas precisas para que la primera parte funcione casi como una historia
de detectives, especialmente cuando uno de los “envíos” que recibe el
protagonista llega con la cara descubierta.
Pero el interés va decayendo por diferentes razones, la fundamental que
no hay demasiada tela que cortar y una vez se confirme (como es fácil
sospechar) que el que llega desde el futuro es el propio Looper no resulta
difícil ir anticipando algunos de los giros de la trama, a lo que coadyuva que,
en determinado momento, la película se transforme en una rutinaria cinta de
acción con persecuciones, explosiones y demás pirotecnia; parece que el ingenio
tan aplaudido y loado de Rian Johnson (y todo por un solo título –Brick (2005)- al que, como a otros
tantos alabados en su momento, habrá que ver cómo trata el paso de las hojas
del calendario) va cayendo en picado con demasiada rapidez (sobre todo si
tenemos en cuenta que, después de su encomiada ópera prima, dirigió The Brothers Bloom (2008) que, a pesar
de contar en el reparto con Rachel Weisz, Adrien Brody y Mark Ruffalo, no tuvo muy
buena distribución –en España sólo pudo verse en el Festival de San Sebastián-).
Por otro lado, la elección del de un tiempo a esta parte omnipresente Joseph
Gordon-Levitt (crucemos los dedos para que Christopher Nolan –otro que tal- no
caiga en la tentación de continuar la saga del caballero oscuro con él) como
actor principal demuestra ser todo un error, palmariamente desde el momento en
que comparte pantalla con Bruce Willis y hemos de creer que aquél se convertirá
en éste: es imposible que el gesto bobalicón del muchacho se transforme en el
hieratismo y la adustez que en ocasiones sabe manejar con sabiduría el
intérprete de la saga de La jungla de
cristal (con nuevo título a punto de estreno), como es el caso de Looper. Tampoco ayuda a la posible
brillantez del conjunto arrinconar a la estimulante Emily Blunt en un rol mal
desarrollado que, para colmo, remite a uno de los iconos del subgénero que
podríamos denominar “vienen desde el futuro”: Terminator (1984), cinta que sigue siendo difícil de superar,
incluso para su creador. Una buena idea es siempre un buen comienzo, lo malo es
cuando se toma como punto de llegada, descuidando o abandonando el tratamiento
posterior, encallando sin remisión o entrando en bucle.