El
título puede servir para definir lo que uno siente ante los candidatos a los
Oscar, los nombres que la Academia ha decretado resumen la producción de 2016 y
merecen disputarse el premio que los corone como mejores del año en la
categoría correspondiente: hacía bastante tiempo que, hablando en líneas
generales (y dejando fuera el apartado relativo a las actrices del que ya se
hablará en su momento, también por eso hay que hacer hincapié en que se habla
de “favoritos”, poniendo el acento en lo masculino), el que suscribe no vivía
una final de los Oscar sin, al menos, tener un título para atesorar y que
sirviese para evocar su edición (aunque, ya se verá en su momento, hay alguna
honrosa excepción, pero sin llegar a, por no irnos más lejos, lo que supusieron
Carol, La chica danesa, Brooklyn o Spotlight el año pasado). Y este cúmulo de películas que dejan
indiferente, gustan sólo por ciertos destellos, por momentos concretos, se
traduce en que no se lancen vítores ante los nominados en concreto, sean los
intérpretes masculinos (a los que se dedicará atención en breve) o los
directores.
-DAMIEN
CHAZELLE POR LA LA LAND:
El
nuevo niño prodigio de Hollywood ha hecho lo que parecía imposible, entusiasmar
con un musical incluso a los más reticentes (aunque han brotado millones de defensores
del género que ignorábamos lo fuesen, los mismos que hasta ayer despotricaban
contra cualquier película en que se cantase y bailase sin freno), y lo cierto
es que demuestra buena mano para el mismo, sin negar sus referentes,
homenajeando con brío y estilo, sin resultar una vulgar y torpe imitación,
aunque es una lástima que el conjunto quede un tanto deslucido porque, es algo
que le sucede habitualmente como guionista (excepto en la vibrante Calle Cloverfield 10 (2016), tal vez por
no ser el único escritor, tal vez porque dirigía otro), lo que es una brillante
idea no aguanta dos horas de metraje y va dando síntomas de fatiga según este
avanza por mucho que Emma Stone salve los muebles e imprima alma, corazón y
vida a cada fotograma.
-MEL
GIBSON POR HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE:
Muy
sobrevalorado como director (con Oscar incluido por la ampulosa Braveheart (1995) en un año en que
ignoraron la exquisitez de Ang Lee en la maravillosa Sentido y sensibilidad (1995) -ni siquiera fue candidato-), Mel
Gibson reúne de nuevo sus obsesiones, sus dogmas, sus tics, si bien es cierto
que los atenúa bastante, aunque no puede evitar el estallido de la truculencia,
de lo excesivo, de lo que no hace falta que nos muestre para saber de lo que
está hablando, carente de sutileza y de virtuosismo, empalideciendo aún más sus
méritos (la mayoría sólo supuestos) cuando, de una forma u otra, las imágenes
nos hacer recordar a Steven Spielberg, Raoul Walsh, Liliana Cavani o aquella otra
orgía de sangre, cuerpos desmembrados, vísceras desparramadas y demás
crueldades bélicas titulada Stalingrado (1993).
-BARRY
JENKINS POR MOONLIGHT:
Casi
debutante en la dirección de largometrajes (ya firmó la desconocida Medicine for Melancholy hace ocho años),
Barry Jenkins demuestra a ratos una madurez narrativa que se apoya en los
aciertos de un guión que también firma, pero no consigue solventar los agujeros
que éste va dejando, las decisiones erróneas que le hacen abandonar algunos
personajes, la caída estrepitosa en lugares comunes. Esquivando con solvencia
las tentaciones de ponerse creativo o subrayar su autoría (para colmo sin
resultar medianamente original o personal), consigue implicar al espectador y a
ratos emocionarlo (gracias especialmente a la sensibilidad de un espléndido
Trevante Rhodes y a la fuerza de una soberbia Naomie Harris).
-KENNETH
LONERGAN POR MANCHESTER FRENTE AL MAR:
Director a rachas (sólo tres largometrajes en poco más de quince años), Kenneth
Lonergan consigue su trabajo más preciso y certero aunque abuse de una
morosidad que, por más que se considere un rasgo definitorio de su estilo y
responda a las intenciones que deja claras desde la primera secuencia, es un
lastre del que debería desprenderse. Crea una atmósfera gélida que ayuda a
definir a los personajes y consigue algunos momentos que, literalmente, obligan
a contener la respiración y son un directo al corazón (y al estómago),
grabándose en la memoria del espectador y equilibrando la balanza a favor de lo
positivo (que brillaría con más fuerza si hubiesen utilizado la tijera sin
recato en la sala de montaje).
-DENIS
VILLENEUVE POR LA LLEGADA:
Uno
de esos nombres rodeados de prestigio que, un buen día, consiguen colarse en la
final de los Oscar (otros, por fortuna, aún no lo han hecho -Christopher Nolan,
fundamentalmente) y, se supone, revindicando/representando al cine de género,
ciencia ficción en este caso, cuando su aureola intelectualoide, su etiqueta
como autor, su necesario (para sus admiradores) posicionamiento al margen de
los convencionalismos, su grandilocuencia expresiva le incapacitan para hacer
una película meramente entretenida (¡Como si eso fuese fácil de conseguir!
¡Cuánto menosprecio que sólo expresa la ignorancia de los que lo ejercen!). Con
un estilo despojado pero que diríase dejado, abusando de las penumbras, como
guardando las distancias, Villeneuve se beneficia de una estupenda actriz
aunque bastante alejada de sus trabajos más encomiables (Amy Adams) -por culpa
del dibujo torpe y poco cuidado de su personaje- y del interés particular que
algunos espectadores (servidor, por ejemplo) pueden sentir sobre el tema de
fondo (y que se analizará en su momento al hablar de las cintas candidatas al
premio gordo de la noche).
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