TÍTULO ORIGINAL: Boyhood DIRECCIÓN:
Richard Linklater GUIÓN: Richard Linklater FOTOGRAFÍA: Lee Daniel, Shane F.
Kelly MONTAJE: Sandra Adair REPARTO: Ellar Coltrane, Patricia Arquette, Elijah
Smith, Lorelei Linklater, Ethan Hawke
El filme El camino (1982),
también conocido tan sólo como Yol –su
título original-, gozó de un predicamento otorgado por la Palma de Oro de
Cannes que compartió con Desaparecido (1982)
de Costa-Gavras, galardón al que sumó en ese mismo festival el que por
unanimidad le concedió la FIPRESCI y una mención especial del Jurado Ecuménico;
al margen de ciertos e indudables méritos cinematográficos, el aplauso
generalizado, las distinciones, el prestigio conseguido le vino más por
avatares y circunstancias exógenas, por la figura y trayectoria de su director
y guionista, Yilmaz Güney, por la persecución de que era objeto en su país,
Turquía, por el hecho de estar encarcelado durante el rodaje y, como en
ocasiones anteriores, delegar en su ayudante Serif Gören para que tradujese en
imágenes el detallado guión que ambos estudiaban en cada visita de éste a la
cárcel, llegando el cineasta (no en vano fue durante años uno de los actores turcos
más populares) a escenificar algunas secuencias para que se llevasen a cabo
según sus precisas instrucciones. Y el caso es que El camino se recomendaba y agasajaba, se proyectaba y explicaba
como ejemplo de lucha, de oposición a la tiranía, se incidía más en la figura
de su creador que en la propia historia narrada (si bien es cierto que poseía
muchos aspectos autobiográficos), se alababa el trabajo conseguido (meritorio
en sí mismo, mucho más plausible teniendo en cuenta las paupérrimas condiciones
–no sólo económicas- en que se rodó, de eso tampoco cabe duda) destacando y
primando, incidiendo las veces que se considerasen necesarias en el hecho de la
estadía en prisión de Güney (olvidando, al menos en España, que Juan Antonio
Bardem fue encarcelado justo cuando iniciaba el rodaje de Calle Mayor (1956), debido a las protestas estudiantiles en Madrid,
y que fue puesto en libertad con la condición de que no hablase sobre nada que
no fuese la película en cualquier entrevista que concediese y que estuvo muy
vigilado por su clara, manifiesta e irrenunciable filiación con el comunismo –siempre
se ha guardado para los de fuera un apoyo, un clamor, un pedestal que se niega
a los propios-). Pero el tiempo, implacable como suele, ha pasado su factura y
mientras El camino apenas conserva su
aureola, mientras queda como una cinta interesante y valiente pero con
bastantes carencias (narrativas, fílmicas, psicológicas, de comprensión si no
es contextualizándola), Desaparecido ha
ganado en solidez, en fuerza, en hondura, en desgarro, sustentada en una
dirección que sabe combinar con maestría la sequedad con lo vibrante, en la
emotiva participación de la gran Sissy Spacek, en una de las interpretaciones
más colosales y estremecedoras que jamás se verán en una pantalla: la de Jack
Lemmon (triunfador en ese mismo Festival de Cannes como mejor actor). Y es
posible que ese tiempo, el que ahora se utiliza en su favor, sea a la larga (o
a la corta) la mayor rémora, el peor lastre, el que provoque que Boyhood quede, tan sólo, como una
rareza, como un alarde, como un divertimento (a pesar de los años empleados) de
Richard Linklater.
El cineasta texano se hizo popular nimbado por el reconocimiento que el
Festival de Berlín le tributó al elegirle como mejor director por Antes del amanecer (1995), curiosa cinta
que aún conserva su frescura, su espontaneidad, que provocó dos secuelas –Antes del atardecer (2004) y Antes del anochecer (2013), en las que
progresivamente se han ido deteriorando esas virtudes, aunque la pareja formada
por Ethan Hawke y Julie Delpy se ha asentado como tándem perfecto que saca lo
mejor de ambos intérpretes-, que era el reflejo de una personalidad inquieta,
ecléctica, imprevisible, pero que sabía practicar la contención, refrenar sus
raptos de genialidad para entregarse a la historia y provocar agradables
sorpresas –sólo su ingenio consiguió que el insufrible Jack Black resultase
simpático y acertado en la muy interesante School
of Rock (2003). Con Boyhood,
Linklater ha vuelto a ser recompensado en Berlín con el mismo galardón obtenido
hace casi veinte años, premiando más un esfuerzo titánico, un reto llevado a
cabo, un compromiso cumplido que una película en sí misma: durante doce años
(de 2002 a 2013), durante unos cuantos días (en total, han sido 39 los
empleados a lo largo de este tiempo), el director se reunía con los mismos
actores (con las incorporaciones o ausencias pertinentes según lo que se filmase)
para rodar una parte de esta auténtica “película en progresión”, ya que su
objetivo era captar el crecimiento de su protagonista, Mason (Ellar Coltrane),
su evolución personal y la de su familia, ir fotografiando los cambios que el
tiempo iba fraguando en los rostros, cuerpos y personalidades de sus actores. Nadie
puede dejar de reconocer la entrega de Patricia Arquette (quien en ese periodo
tuvo tiempo para, una vez perdidos su magia y carisma, su etiqueta de estrella
por eclosionar, su participación en algunos filmes que se consideran de culto,
refugiarse en la pequeña pantalla y obtener un rotundo éxito al frente de Médium (2005-2011), serie en la que
demostró mantener intactas ciertas cualidades e incorporar otras nuevas,
ampliando y matizando registros) o de Ethan Hawke (cómplice de Linklater en la
trilogía antes citada y en otros cuantos títulos) o la confianza ciega que
supone elegir a un actor cuando es tan sólo un niño (sin poder vislumbrar cómo
crecerá, cómo evolucionará), pero se trata, fundamentalmente, de juzgar una
obra a la que, pudiera ser (y de hecho sucede: no somos el ombligo del mundo y
no todo el mundo se informa antes de comprar una entrada, puede que se deje
llevar por su instinto o porque reconoce a un actor en el cartel o porque es el
cine que le queda más cerca), habrá quien se enfrente si saber cómo se ha
rodado, atribuyendo al maquillaje y al cambio de intérpretes (como tantas
veces) lo que ha sido pacientemente elaborado y soportado por todos los
implicados.
En ese sentido, Boyhood parece
recrearse en lo más anodino, perder el tiempo en conversaciones
intrascendentes, en escenas que serían descartadas o ni se filmarían en
cualquier otra cinta, en reflejar los momentos más huecos, menos apasionantes,
despojando a otros de sus posibilidades, conformándose con narrar las rutinas,
los silencios, sin conseguir sustentar sobre ellos una estructura firme,
pareciendo que, en realidad, han ido rodando lo que ha surgido, lo que se ha
podido, lo que ha sido factible en cada ocasión, sin responder a una idea
global, a un guión que se supone diseñado, meditado, dejándose llevar del
primer impulso, del capricho de una supuesta feliz idea, como si ya estuviese
todo hecho con la iniciativa de rodar un ratito a lo largo de trece años. Pero,
en realidad, los personajes no pasan de estereotipos, de meros trazos, de
dibujos poco elaborados, de una acumulación de tópicos de los que Patricia
Arquette intenta despegarse poniendo toda la carne en el asador, en los que
Ethan Hawke naufraga estrepitosamente (como es habitual, por otra parte, en
actor tan poco solvente, quien sólo en muy determinadas oportunidades ha sabido
brillar o, al menos, no molestar ni perturbar demasiado el resultado final –El club de los poetas muertos (1989), Sinister (2012), la ya citada trilogía
junto a Julie Delpy-), en los que Lorelei Linklater cumple con lo (poco) que le
exigen y en los que Ellar Coltrane deja claro que se va convirtiendo en un
actor muy limitado y poco creíble según crece ante nuestros ojos. Si la intención
era dejar constancia de lo aburrida, cansina, repetitiva, absurda, tonta que es
la vida no eran necesarias tantas alforjas: hay muchos ejemplos de películas
que lo han captado con unos cuantos planos, sin necesitar tantos años de rodaje
(ni siquiera meses), sin engolamientos ni aspiraciones creativas o autorales y,
sin embargo, desarrollando un estilo, redefiniendo géneros, demostrando
verdadera audacia y, por encima de todo, contando una historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario