lunes, 16 de noviembre de 2015

"SINISTER 2": AÚN QUEDA MAL ROLLO





TÍTULO ORIGINAL: Sinister 2  DIRECCIÓN: Ciarán Foy GUIÓN: Scott Derrickson, C. Robert Cargill MÚSICA: tomandandy FOTOGRAFÍA: Amy Vincent MONTAJE: Timothy Alverson, Ken Blackwell, Michael Trent REPARTO: James Ransome, Shannyn Sossamon, Robert Daniel Sloan, Dartanian Sloan, Lea Coco, Tate Ellington

   Más allá del eterno adagio que generaliza (como tantos) el hecho de que las segundas partes no pueden ser buenas simplemente por ser tales (es la frase hecha, lo dejaremos ahí, pero cuánto hay que matizar –por no ir más allá tampoco- sobre aquellos que afirman que una película es “buena” o “mala” y ni explican sus razones para tal consideración ni tan siquiera demuestran el tipo de ciencia infusa que les atribuye la potestad de establecer semejante clasificación –más allá del “porque lo digo yo, que soy muy listo”-), lo cierto es que la predisposición ante la continuación de aquello que nos gustó es ambivalente porque, por un lado (y volviendo al terreno de lo consensuado como cierto –aunque en este caso es la experiencia personal la que motiva y dota de pertinencia a la cita-), sabemos que volver a sentir los placeres que provocó el descubrimiento de algo es tarea ímproba, que nada volverá a ser igual, que la felicidad no es tan fácil de recuperar (y sobre todo de revivir: la mayoría de las veces hemos de conformarnos con un triste remedo que, a la larga, provoca una melancolía más aguda que la sentida en un primer momento) y, por otro, incurriendo de nuevo en una generalización que la taquilla se empeña en demostrar temporada tras temporada, el público se pirra por volver a ver la misma historia, se presupone y confirma que no gusta de excesivas sorpresas, que no acepta innovaciones que no haya refrendado con anterioridad (sí, suena raro, contradictorio, incluso imposible, pero ya sabemos cómo es el asunto de los friquis –dicho con todo el cariño: un servidor confiesa sin sonrojo serlo en multitud de casos-, potenciado a la enésima potencia con los foros, las redes sociales, las páginas de comentarios de noticias y mil opciones más que ponen en valor lo que antes no salía del ámbito doméstico o del grupo de amigos, las demandas que los creadores –y las productoras de ocio, el negocio del espectáculo- atienden hasta límites ridículos, llegando a ponerse en contra de su propia obra, traicionándola, decepcionando en última instancia a propios y extraños); es decir, que los que reclaman/anhelan/exigen una segunda parte suelen ser los mismos que la dinamitan de antemano, aunque hay muchas excepciones, por supuesto, y en general triunfa la primera opción (queremos ver la película aunque sea para indignarnos), de ahí que gran parte de lo que oferta la cartelera sean continuaciones, remakes, precuelas y otras variantes que suponen partir de lo ya visto, de lo que tuvo éxito, de lo que rindió beneficios en taquilla.
   Sinister (2012) supuso en su momento una agradable sorpresa porque, haciendo olvidar su decepcionante El exorcismo de Emily Rose (2005) –excesivamente aplaudida para el que suscribe- y su aburrida Ultimátum a la Tierra (2008) –nos quedaremos con ese adjetivo, aunque eso suponga ser excesivamente benévolo con quien cometió semejante infamia con uno de los títulos que ha concedido merecida inmortalidad al estupendo Robert Wise-, Scott Derrickson nos presentó una cinta de terror muy respetuosa con los parámetros clásicos, tomándose su tiempo para el desarrollo, creando atmósfera, graduando la tensión e integrándola en lo cotidiano (lo que aún atemoriza más) al modo en que lo hacían esos clásicos de la década de los 70 del siglo XX que aguantan con firmeza el paso del tiempo e incluso refuerzan sus virtudes. Para abordar la inevitable continuación (algo casi obligatorio cuando nos movemos en el género del terror y la película goza de éxito), Derrickson ha decidido ceder su sitio tras la cámara a Ciarán Foym autor de varios cortometrajes y Citadel (2013), un largometraje inédito en las pantallas españolas –tal vez se vio en algún festival, muestra o congreso, pero no consta que haya sido estrenado comercialmente-, aunque firma el guión de la misma junto a C. Robert Cargill, como ya hiciese en la primera entrega, consiguiendo de esta manera que la historia no traicione ni eche por tierra lo conseguido hace tres años. En lugar de plegarse a las convenciones más estereotipadas y excesivas o de dejarse llevar por la tentación de eso que podría denominarse “el aburrimiento del guionista” (enfermedad especialmente virulenta en el audiovisual televisivo que a veces sólo precisa de una segunda temporada para hacer su aparición y devastar inconteniblemente lo que hasta ese momento era un disfrute), Derrickson y Cargill mantienen las esencias y los aciertos de Sinister, sin recurrir a lo truculento o excesivamente gráfico, sin necesidad de derrochar litros de sangre, mostrando las escenas más horripilantes y desasosegantes en las películas de Súper 8 que siguen siendo elemento central, sin incorporar elementos innecesarios que distorsionen o varíen el devenir de lo narrado, sin sorpresas forzadas ni absurdas (algo muy agradecer especialmente en el modo natural en que el filme actual encaja con el anterior sin resultar redundante para el que lo conoce ni incomprensible para el que llegue de nuevas), perdiendo inevitablemente capacidad de sobresalto e inquietud, pero conservando buenas dosis de ese escalofrío que uno siente nacer poco a poco, de ese nerviosismo que, aunque algo refrenado, todavía van destilando unas imágenes de las que uno no tiene claro qué esperar (hay un par de momentos en que el sobresalto es inevitable porque ni la causa del mismo aparece por el lugar que se considera obvio y porque, sencillamente, lo que sucede lo hace sin música estruendosa, sin efectismos, tan sólo ocurre), utilizando con tiento y eficacia escenarios y situaciones conocidos, jugando con el conocimiento previo del público (no sólo del primer Sinister sino del propio género) para conseguir su rápida implicación con lo que sucede.
   James Ransome retoma el personaje que incorporó en la anterior entrega para servir como nexo de unión aunque éste ya viene dado por el asunto central, por lo que quedó sin resolver, por esos puntos suspensivos que son seña de identidad de casi cualquier título que quiera hacer sentir miedo más allá de pensar en posibles sagas o no; pero lo importante no es el dibujo de personajes, la película, al igual que su predecesora, no busca justificaciones ni trascendencias que no vienen al caso, no intenta darse aires de lo que no es, los protagonistas son meras excusas (podrían ser de un modo u otro: sólo se definen en función de lo que conviene a los intereses de los creadores para provocar las emociones que buscan en los espectadores), aunque las zonas que pueden quedar oscuras para el que no conozca lo anterior ayudan a que la atmósfera aún se enrarezca más, a que puedan surgir dudas, a que no se tenga todo claro –e incluso el que vio Sinister se replantea algunas cosas, en parte temiendo que el guión tergiverse o ignore lo sucedido y en ese sentido juega limpio y con coherencia, ofreciendo una segunda parte que, sin alcanzar el estimulante nivel conseguido por la primera, no desmerece ni engaña-.

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