viernes, 1 de enero de 2016

2015: NUEVOS AMIGOS Y VIEJOS CONOCIDOS



   Aunque ya se ha advertido en infinidad de ocasiones y es redundante hacerlo para los fieles que, inagotables y generosos, visitan este rincón y es eso precisamente lo que demandan, conviene recordar hoy más que nunca que estamos ante un escrito muy particular, ante una opinión muy personal que, además, se forja a partir de los títulos que uno ha podido/escogido ver entre todo lo estrenado durante el recién fenecido 2015, poniendo el acento en el segundo verbo puesto que, al seguir acercándome al asunto con talante profesional pero sin ningún medio al que representar (más que a uno mismo a través del blog), no siempre es fácil el acceso a las proyecciones para la prensa (esas en las que, salvo honrosas excepciones -departamentos de prensa que hacen bien su trabajo y separan la paja del trigo-, es tan común tropezarte con gente que nadie sabe qué hacen allí pero no hay quien les despegue de la butaca) y, por lo tanto, aun intentando visionar lo más posible (por afición, por vocación, por oficio, por ética), puesto que la economía se encuentra en un estado verdaderamente calamitoso, este año he optado por guiarme por mi instinto de espectador (he sido más apriorístico que nunca), dejando fuera aquellos títulos que me provocaban pereza, fuese por las razones que fuese. Por lo tanto, tal vez alguna de las películas que alguien incluiría en un listado similar no aparece en éste porque, sencillamente, no la he visto (y, repito, en muchas ocasiones porque no he querido, así de claro -si uno se lleva decepciones a pesar de acudir a la sala con las mejores expectativas, ¿para qué perder tiempo, dinero y buen humor con aquellos que tantas veces te han hecho sentir estafado?). Dicho lo cual, pasemos al asunto principal, es decir, a cómo queda el ranking cinematográfico de 2015 para este Celuloide en vena.

PELÍCULAS ESPAÑOLAS E HISPANOAMERICANAS DESTACADAS:


-EL DESCONOCIDO:
   Una gratísima sorpresa, un thriller magníficamente dirigido por el debutante Dani de la Torre, vibrante, con una tensión perfectamente medida, asumiendo el género sin complejos, combinando la claustrofobia de un ambiente reducido con la que puede aportar un espacio abierto (una opresión que muy pocos son capaces de transmitir), un guión que, aunque pierde un poco de fuelle en su empeño por explicar más de lo necesario (y por subrayar lo que se comprende en pocos minutos, gracias en parte a la sutileza con que se introducen los dos o tres datos imprescindibles), sabe centrar la intriga en el choque de caracteres, en cómo viven los personajes la situación en que se encuentran. Luis Tosar logra una de sus interpretaciones más abracadabrantes al no recargar la misma con aspavientos, cambios de voz o demás truquitos que tantos premios consiguen, espléndidamente secundado por Paula del Río (quien debería ganar ese Goya al que no puede optar por razones de edad), sin olvidarnos de un siempre efectivo y en su sitio Fernando Cayo y de una Elvira Mínguez que asombra, cautiva y admira, dejando pequeño cualquier adjetivo por muy encomiástico que sea.
-A CAMBIO DE NADA:
   Daniel Guzmán confirma con nota muy alta los estupendos resultados artísticos con sus cortometrajes, una película que respira vida, que sabe bascular entre la comedia que brota inesperada e inconteniblemente en medio de la miseria, del drama, de la crisis, del dolor, y los tonos más sombríos que el panorama actual dibuja con inclemencia y reiteración. Miguel Herrán y Antonio Bachiller conforman una pareja antológica, poseedor el primero de una fotogenia impresionante que se combina con un carisma irresistible (y sabe refrenar ambos para que no tapen sus cualidades como actor), dotado el segundo de una naturalidad arrolladora que ojalá no pierda si sigue (que debería) en este negocio. Antonia Guzmán, la abuela del director, es todo un hallazgo, en la línea de Carmina Barrios, aunque con menos oportunidad de desplegar su encanto (también como guionista demuestra Daniel Guzmán muy buenas facultades al no abusar de ningún elemento y equilibrarlos con sumo acierto).
-EL CLUB:
   Cinta estremecedora que no se anda con paños calientes, aunque utiliza un lenguaje y una puesta en escena bastante sobrios, resultando áspera e incómoda hasta límites que la emparentan con el género de terror (adjetivo que le viene al pelo -terrorífica-, puesto que sus personajes son reales y eso aumenta el desasosiego del espectador), poseedora de una atmósfera ominosa y opresiva que evita el maniqueísmo con mano maestra al presentar una víctima con la que no siempre es fácil empatizar, horadando en lo más profundo y tenebroso al dejar claro que su actitud presente es fruto del abuso y la tortura sufrida, del modo en que le arrebataron su inocencia, su capacidad de amar, una necesaria denuncia que, por desgracia, no pierde vigencia ni pertinencia. De entre este puñado de sacerdotes apartados del contacto con los demás (especialmente con los niños), pero no expulsados de la Iglesia, destaca el personaje de la mujer que los atiende (interpretada por una sobrecogedora Antonia Zegers), un vampiro emocional, una supuesta samaritana que no pretende la redención porque necesita los pecados de los demás para dar sentido a su vida, una zalamera meliflua que oculta un cerebro calculador preñado de odio y menosprecio hacia los que considera inferiores.
-ISLA BONITA:
   Fernando Colomo regresa por la puerta grande, haciendo de la necesidad virtud, aportando un soplo de aire fresco, consiguiendo una película espontánea, verosímil al parecer rodada sin pautas previas (algunas de sus secuencias han de haber sido, al menos, comentadas antes, no pueden haber salido así a la primera -pero lo parecen, que es de lo que se trata, o igual sí lo han sido y es la deformación profesional la que le hace a uno pensar que no-), impregnada de naturalidad, de sentido del humor, de autocrítica, de no tomarse en serio, de no dormirse en los laureles, toda una lección para tanto jovenzuelo fatuo que suelta soflamas, proclamas y consignas sin ton ni son ni coherencia narrativa. Todo un discurso libertario que satisface, cala y, por encima de todo, divierte y emociona.
-EL CLAN:
   Aunque uno esperaba más, debido al aplauso unánime que parece provocar por donde quiera que se proyecta, no hay duda de que contiene algunas de las secuencias más brutales vistas durante el año, sensación que aumenta cuando se recuerda que lo que se está narrando parte de hechos reales. La interpretación de Guillermo Francella es antológica, imprimiendo contenido y variados significados a un hieratismo a prueba de bomba, a una imperturbabilidad que espanta, a una máscara que no deviene en mueca gracias al absoluto control que este portentoso actor ejerce sobre sus facciones.
 PELÍCULAS ESPAÑOLAS E IBEROAMERICANAS OLVIDABLES:

-LOS EXILIADOS ROMÁNTICOS:
   Es la cruz de Isla bonita, excesiva y rimbombante en su aparente sencillez, recargada con diálogos imposibles que no fluyen ni parecen naturales por mucho que se remarque el carácter intelectual de los que hablan. Jonás Trueba parece una vieja gloria del cine francés más plúmbeo y pagado de su importancia más que alguien de treinta y cuatro años que filma su tercera película con pocos medios y al margen de los circuitos habituales.
-MA MA:
   Julio Medem quiere extraer poesía del dolor, de la enfermedad, llegando a resultar ofensivo en su manera de plasmar el (supuesto) calvario de una mujer enfrentada a un cáncer muy agresivo y voraz, con esos hospitales amplios, diáfanos, brillantes de pureza, inmaculados, con atención casi personalizada (ese medico heroico que también canta, esa ridiculez que le encomiendan al bueno de Asier Etxeandia), un cúmulo de desgracias que en realidad van en la dirección contraria de los planteamientos del director y que, a la hora de la verdad, provocan risillas cuando no carcajadas. Un auténtico despropósito al que una entregada Penélope Cruz intenta insuflar algo de verosimilitud, pero entre cangrejos que bailan y una niña fantasmagórica que aparece aquí y allá poco puede hacer.
-LA NOVIA:
   Un Lorca en el que sólo se rastrea al gran poeta y dramaturgo en que se reconoce (eso sí) Bodas de sangre y en que en un momento dado (tal vez en la secuencia más sonrojante y patética por lo mal planificada, peor rodada y rematada por un montaje absurdo), aunque no venga a cuento, suena una versión del Pequeño vals vienés de Poeta en Nueva York con la música que en su día le añadió Leonard Cohen. Una película que exacerba, disparata y pasa por el tamiz del manierismo de su directora lo que en el original es racial, pasional, torrencial pero perfectamente medido, con sentido del ritmo, insinuando y sugiriendo, dotando a lo mágico de un realismo que aquí brilla por su ausencia, perdiendo su poesía y verdad las palabras al ser musitadas (hay que hacer verdaderos esfuerzos en ocasiones para entender a Inma Cuesta) por actores sin donaire para decir un texto que sólo cobra brío en las voces de Luisa Gavasa, Carlos Álvarez-Novoa y una Consuelo Trujillo que con sus miradas no necesita palabras (pero que las que dice las dice con brío y ecos trágicos).
-EXTINCIÓN:
   Ejemplo máximo del complejo que tienen algunos por hacer una película de género y cómo necesitan subrayar todo el rato que están haciendo otra cosa. Lo peor es que, entre medias, también tira por la borda las posibilidades de rodar una historia de personalidades, de confiar en sus bazas, de olvidar prejuicios, quedándose en un pastiche aburrido y sin garra.
-MI GRAN NOCHE:
   “Siempre la misma rutina”, robándole una frase de Escándalo a Raphael (aprovechando que la canta en la película, no así el tema que sirve para titularla -otro de los errores del director, rayano en la estafa incluso-), así podríamos decir acerca de la nueva (ejem) película de Álex de la Iglesia, reiteración de todos sus tics (y de ninguno de sus -pocos- aciertos), acumulación de personajes y gags sin ton ni son (aunque sin la histeria de Balada triste de trompeta o el descontrol de Las brujas de Zugarramurdi), un Carlos Areces irritante como siempre, un Raphael que se toma el asunto con oficio (pero al que no se saca partido), una Terele Pávez desaprovechada y una Blanca Suárez que se revela como buena actriz de comedia.
-FELICES 140:
   Gracia Querejeta se envara para filmar una película en que los actores sueltan parrafadas propias de Eric Rohmer (y a las que sólo Nora Navas y, quién lo diría, Eduard Fernández son capaces de dotar de veracidad, como si estuvieran improvisando), una cinta mucho más misógina de que la cineasta sospecha, un canto al manierismo y la mueca, un absurdo rompecabezas cuyas posibles sorpresas se dinamitan desde la propia estructura del guión.

PELÍCULAS EXTRANJERAS DESTACADAS:


-THE IMITATION GAME:
     Un mecanismo de relojería perfectamente engrasado, una maquinaria precisa que sabe dar utilidad a cada una de sus piezas, una película que combina tonos e incluso géneros con gran habilidad para cautivar al espectador desde los primeros planos, una cinta elegante que no evita ni esconde el drama sufrido, la violencia ejercida, el ensañamiento del que fue objeto Alan Turing, el genial inventor, el brillante matemático, el lógico implacable con la cerrazón, con lo convencional, con lo establecido, el cerebro que fue capaz de descifrar lo indescifrable, el homosexual condenado porque las leyes prohibían amar a alguien del mismo sexo (y no hay que remontarse muy atrás ni irse muy lejos). Uno de esos filmes que devuelve la esperanza, que reconcilia con el séptimo arte, que hace olvidar tantas decepciones vividas en un patio de butacas, que destierra los muchos sinsabores que se experimentan cada temporada y que permite seguir arrodillándose ante el despliegue actoral de un permanentemente sorprendente Benedict Cumberbacth y disfrutar con una Kiera Knightley como pocas veces habíamos visto.

-STAR WARS VII: EL DESPERTAR DE LA FUERZA:
   Después de que su propio creador estuviese a punto de mandarlo todo al traste (esos tres primeros episodios que, visto lo visto, añadieron muy poco y proporcionaron tantos dolores de estómago a los admiradores), George Lucas debió comprender que lo que mejor se le ha dado siempre ha sido abrir brecha, iniciar el camino y después buscar el concurso de otros que mejoren y engrandezcan la obra, cediendo la batuta para que otros orquestasen la anhelada (y a ratos temida) tercera trilogía de Star Wars.  Y J. J. Abrams, con la inestable ayuda de Lawrence Kasadn, aquel que mejoró la original, la cinta que lo inició todo, aquel que con El imperio contraataca (1980) dejó claro cómo de buena puede ser una segunda parte, ha obrado el milagro y nos ha regalado esta gloriosa resurrección, esta puesta a punto del mito, esta revitalización que no tiene reparo, como debe ser, en poner la mirada y tomar aliento en las primeras películas, usando con inteligencia los guiños, sin saturar, sin usar un código restringido, buscando y consiguiendo la complicidad de un público entregado que, precisamente por ello, llevaba las espadas láser cargadas.

-45 AÑOS:
  ¡Charlotte Rampling en "45 años"! ¡Qué estremecimiento! ¡Cuánto dice con una mirada, con un mohín, cuántos significados tienen sus silencios, cuántas elipsis se llenan de contenido con su hieratismo, qué dolorosa se hace a ratos su presencia mientras la vida ha ido pasando sin que ella lo supiera, dejándola al margen, dando su amor por sabido y seguro, sin darle importancia! Recibiendo una magnífica réplica de un no menos fabuloso Tom Courtenay, la Rampling supera sus propias cumbres interpretativas en una película que es todo un prodigio de sencillez, de sutileza, de inteligencia, de cómo se escarba en un material muy sensible y altamente explosivo sin alterar el encuadre ni pisar al acelerador, un regalo para los sentidos y el paladar, una auténtica exquisitez de Andrew Haigh, arte en estado puro. 

-LA TEORÍA DEL TODO:
   De nuevo la escuela británica imponiéndose, demostrando sus capacidades, extrayendo oro de un material que podría despeñarse por la sensiblería más estomagante o por el intelectualismo más desaforado y restrictivo, dosificando tonos para que la mezcla tenga las dosis precisas de cada elemento y conformar una cinta gozosa, lo que hubiera podido ser Una mente maravillosa (2001) de haber caído en otras manos (especialmente en lo que se refiere a dirección y guión, apartados premiados con un Oscar en una ya lejana –y olvidable en lo que a ellos se refiere- ceremonia que coronó a Ron Howard y Akiva Goldsman con sendas estatuillas). El modo en que Eddie Redmayne se adueña de su personaje conmociona y apabulla, siendo secundado a la perfección por una Felicity Jones que, paso a paso, va demostrando su categoría.

-LA VERDAD:
   Aunque falto de la fuerza (y experiencia) de un Lumet, un Pollack o un Pakula, James Vanderbilt consigue un producto en la línea y bastante a la altura de aquellas cintas de los 70-80 que todavía hoy se mantienen en plena forma, que superaron la barrera de lo coyuntural para erigirse como documentos y recordatorios de infamias y crímenes. Es un lujazo recuperar al mejor Robert Redford (aunque su rostro haya perdido expresividad por efecto del bisturí: el empaque y señorío siguen en su sitio), olvidamos absurdeces como Cuando todo está perdido (2013), formando tándem con una esplendorosa Cate Blanchett que engulle todo lo que le rodea para erigirse como auténtica columna vertebral de la película. Aunque el guión pierde a algunos secundarios que merecerían su minuto de gloria y toma partido desde el principio (lo que no es malo, pero tal vez estaría bien que hiciese algo de autocrítica -la nobleza de los objetivos no implica que todo valga, precisamente esa ceguera propició el error, la frágil base que algunos abatieron por mucho que se estuviese contando la verdad-), es muy satisfactorio recuperar de vez en cuando este tipo de cintas que son un canto a la profesión más bonita del mundo: el periodismo (el alegato final de Blanchett vale por lecciones enteras sufridas en la Facultad).

PELÍCULAS EXTRANJERAS OLVIDABLES:
-EX MACHINA:
   Pretenciosa, vacía, pagada de sí misma, esperemos quitarnos la espina con La chica danesa (2015) en lo que a Alicia Vikander se refiere, puesto que con Domhall Gleeson, todo lo camaleón, ya lo hemos hecho en Star Wars y Brooklyn (2015) y con Oscar Isaac también en la cinta galáctica y en general en cualquier trabajo que aborda, da igual el conjunto, aunque su esfuerzo no obtenga recompensa en este caso.
-MR. MANGELTHORN / LA SOMBRA DEL ACTOR:
   Una lástima que Al Pacino escoja proyectos que no le merecen, películas aburridas, fatuas, alimento para la crítica más elitista.
-CINCUENTA SOMBRAS DE GREY:
   El triunfo de la nada, la eterna historia del patito feo que guarda un cisne en su interior (bueno, Dakota Johnson no se corresponde con esa definición), la chica normal que enamora al millonario, un alarde de misoginia que encontró en las mujeres sus mejores aliadas, las que lo transformaron en fenómeno. La película se limita a copiar cada página, un globo que estalla en el primer minuto para quien no está en ese código, una sandez que recaudó millones.
-FOXCATCHER:
   Si Bennett Miller y Dan Futterman se hubiesen olvidado de sí mismos (y sin Steve Carell cerca), tal vez esta película hubiese podido aparecer en la parte luminosa de este listado. Vista como es, supone toda una loa a la mueca, a lo exagerado, a lo pretendidamente artístico, a lo manierista, a lo histérico.
-TOMORROWLAND:
   ¿Quieren creer que incluso he olvidado lo que iba a decir de este espantajo, de esta película en la que George Clooney quería ir de Tom Cruise pero no le llega ni al tacón (no ya en lo actoral, sino en encontrar productos en los que poder triunfar como héroe de acción, como ídolo para varias generaciones)?

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