Como en tantas ocasiones hemos dicho, el
Oscar se da a una interpretación en concreto, otros factores no deberían pesar
ni importar, da igual cuántas estatuillas se tengan o se dejen de tener, las
veces que se haya sido candidato o que la Academia nunca se haya acordado de
alguien o cualquier otro factor que incline la balanza a un lado o a otro; es,
al menos, lo que debería suceder, aunque es muy complicado dejar fuera los
componentes emocionales a la hora de elegir un favorito, favorita en el caso
que nos ocupa (y es imposible olvidar que han quedado fuera la Maggie Smith de The Lady in the Van, la Lily Tomlin de Grandma, la Helen Mirren de Trumbo e
incluso la Charlize Theron de Mad Max:
Furia en la carretera -un rol que, pese a quien pese, queda en la memoria y
consigue su sitio en la historia del cine de acción-). Intentando ser lo más
ecuánime posible, el repaso a las actrices candidatas este año queda como
sigue:
INTERPRETACIÓN FEMENINA
PROTAGONISTA
-CATE BLANCHETT POR CAROL:
Habría que acuñar nuevos adjetivos para
expresar lo que esta magnífica actriz despliega cada vez que aparece en
pantalla, aunque lo conseguido bajo la batuta de Todd Haynes deja casi en
pañales algunas de sus interpretaciones más memorables, incluidos sus dos
Oscar, conseguidos por El aviador (2004)
-fue Katharine Hepburn, la irrepetible, recreándola sin afectación, evocándola
sin necesidad de maquillaje estrambótico, encontrando su esencia, imprimiéndole
su sello sin traicionarla- y Blue Jasmine
(2013) -histérica, hundida, divertida, dramática, no hay estado de ánimo
por el que no pase, una catarata incontenible de emociones que domina con
maestría para aportar al fallido guión de Woody Allen el interés que se va
diluyendo según avanza la proyección-. Poseedora de una aureola fascinante y
magnética (da fe alguien que tuvo el privilegio de tenerla delante, de
conversar con ella), sabe ajustársela a cada personaje para que éste brille
como debe, acaricia cada palabra, las carga de intenciones y significados,
define el alma de Carol con un par de miradas, destila elegancia no sólo por su
porte, por sus movimientos, por sus manos, sino en el modo en que se transforma
en la persona a la que encarna (nunca más adecuado este verbo: lo que Blanchett
hace supera eso a lo que llamamos “interpretación”). De no ser porque es
candidata al premio una señora por la que siempre he sentido una querencia muy
similar, sería mi favorita (como lo es en realidad, pero sólo se puede elegir
una), un poco más abajo se lo explico.
-BRIE LARSSON POR LA
HABITACIÓN:
Claro ejemplo de esa tendencia de Hollywood
por encumbrar a una nueva estrella, en parte una desconocida, un rostro
reconocible para públicos minoritarios, alguien con una carrera por
desarrollar. Y, tal y como se decía en el exordio del artículo, atendiendo en
concreto a la interpretación, podemos considerar que Brie Larsson se está
beneficiando de participar en la que ha sido elegida como película de bajo
presupuesto del año, esa concesión que hacen para que no se proteste (en ese
sentido, en el racial ya sabemos lo que pasa), esa distinción que a veces queda
sólo en eso (llegar a la final se considera premio suficiente), un título del
que ya se hablará cuando se repasen los seleccionados en la categoría principal.
Su personaje, en realidad, queda apagado por el de Jacob Tremblay (quien, con
nueve años, debería estar compitiendo en la categoría correspondiente), fuera
de foco (literalmente), está dibujado a trazos inconexos y crispados, el
director está a otras cosas (también se contarán en el lugar correspondiente),
se recuerda la anécdota pero muy poco o nada a la actriz.
-JENNIFER LAWRENCE POR JOY:
Actriz encumbrada casi desde sus inicios, seleccionada
en su momento por un caso similar al descrito arriba aunque hubo de conformarse
con la nominación -Winter´s Bone (2010)-,
ganó uno de los Oscar más impersonales y anodinos de los últimos tiempos, si no
de la historia -El lado bueno de las
cosas (2012)-, por mucho que pusiera al auditorio en pie con apenas 22 años
-colocándola a la altura de, por ejemplo, Susan Sarandon-, a pesar de que
estaban por allí Jessica Chastain o la impresionante Emmanuelle Riva de Amor (2012), no ha perdido crédito
porque la crítica aplaude su supuesta versatilidad (que se sustenta en que
participa en franquicias taquilleras y en proyectos considerados más artísticos
en los que se arriesga -eso cuentan por ahí-), se va convirtiendo en un nombre habitual
en esta lista -es su cuarta candidatura en cinco años-. De nuevo a las órdenes
de su amiguete David O. Russell, Jennifer Lawrence no abandona su gesto
habitual, no transmite la más mínima emoción con su mirada, desperdicia un
magnífico personaje (que, por otra parte, hubiese requerido un guión mejor
acabado), un cada vez más solvente y versátil Bradley Cooper no tiene problemas
para merendársela en la que debería ser su gran secuencia (esa que debería
acompañar el anuncio de su nominación antes de la entrega del Oscar).
-CHARLOTTE RAMPLING POR 45 AÑOS:
He aquí la razón por la que Cate Blanchett
no aparece coronada como la favorita en este texto: por primera vez en su
carrera, Charlotte Rampling es candidata a una estatuilla y, para colmo, por
una interpretación abracadabrante, máximo ejemplo de su forma de actuar, un
prodigio de sutileza en que todo se expresa con una mirada, con un gesto, en
que un silencio es más expresivo que mil palabras, el alma del personaje queda
al descubierto con un hieratismo conmovedor, la veterana actriz británica nunca
ha necesitado de rimbombancia para cautivar, inquietar, fascinar, enamorar.
Apoyada en un magnífico Tom Courtenay, en un guión escrito con tiralíneas y en
una dirección invisible de Andrew Haigh que crea una atmósfera incómoda y a
ratos irrespirable, sugiriendo, dejando intuir, diseminando puntos suspensivos
aquí y allá, recubriendo las imágenes de un temblor irreprimible,
impregnándolas de ecos fantasmagóricos, dejando caer velos sin necesidad de
violencia, Rampling se abre en canal sin perder la compostura y su contención
nos duele, nos taladra, nos desconsuela, nos apabulla, hasta llegar a esa secuencia final absolutamente memorable.
-SAOIRSE RONAN POR BROOKLYN:
Nominada al Oscar como secundaria con apenas
trece años por su portentosa interpretación en Expiación (2007), la actriz neoyorquina que ha ido demostrando paso
a paso que no iba a ser flor de un día consigue colarse en la categoría
principal gracias a uno de los filmes más hermosos y emotivos del año. Al igual
que sucede con Cate Blanchett, Saoirse Ronan queda muy creíble en épocas
pasadas sin necesidad de caracterizaciones excesivas, su rostro se adecúa a los
cánones del momento en que transcurre la acción, su ductilidad le permite
transformarse con pasmosa facilidad y, después de haber sido perversa y cruel
como pocas en la cinta antes citada, ser ahora la más candorosa, encantadora,
adorable, inolvidable (como ya lo fue -esto último- a las órdenes de Joe
Wright).
INTERPRETACIÓN FEMENINA
SECUNDARIA:
-JENNIFER JASON LEIGH POR LOS ODIOSOS OCHO:
Había intentado de muchas formas llegar
hasta la final de los Oscar, buscando personajes al límite, encargando guiones
pensados con ese único objetivo, paseando su etiqueta de malditismo, tocando
todos los palos, hasta que llegó Tarantino y obró el milagro, aunque en
realidad ella hace más o menos lo de siempre: salir con greñas, sin importarle
el aspecto físico, cubierta de roña, sangre, porquería, haciendo muecas,
aspavientos, exagerando la nota, siendo la mancha negra de un meritorio y
ajustado reparto que, sin embargo, ha sido ignorado.
-ROONEY MARA POR CAROL:
Plantar cara a la Cate Blanchett de esta
película ya es suficiente mérito como para ser reconocido, salir airosa del
enfrentamiento con ese huracán de talento ya es un galardón, pero se da el caso
de que Rooney Mara demuestra unas facultades que, hasta el momento, uno no le
había encontrado, dejando atrás su irritante impersonalidad (palmaria cuando,
apoyada en un guión que reducía el personaje a su mínima expresión, fue una
Lisbeth Salander sin carisma ni fuerza), demostrando que su mirada y su rostro
saben iluminarse para transmitir el subtexto, para narrar al espectador lo que
su rol no puede verbalizar, acoplándose con eficacia y brío a su compañera de
reparto para conformar un dúo de alto voltaje.
-RACHEL MCADAMS POR SPOTLIGHT:
Aunque su personaje es uno de los pocos que
tiene un esbozo emocional en una estupenda cinta que prima la investigación en
curso sobre el dibujo de personalidades, poca posibilidad de lucimiento tiene
esta intérprete británica que va desarrollando su carrera con inteligencia y
mimo. Aun así, deja clara su categoría en dos momentos que se graban en la
memoria del espectador y que hacen desear nuevas posibilidades en las que pueda
desplegar todo su potencial.
-ALICIA VIKANDER POR LA
CHICA DANESA:
Por fortuna, la actriz sueca ha llegado a la
final de los Oscar por su rol en la película de Tom Hooper y no por su
participación en la enervante y pedante Ex
machina, filme en el que, más allá de comprobar la versatilidad de sus tres
protagonistas (Oscar Isaac y Domhnall Gleeson completan el trío), poco puede
apreciarse porque lo que Alex Garland le importa es él mismo, demostrar que es
el más listo, el más virtuoso, marcar cada secuencia con su grandilocuencia
visual y textual. En La chica danesa es
la columna vertebral, el núcleo, no puede entenderse a Einar sin ella, Lili
Elbe no hubiese sido posible sin el apoyo, sin el consentimiento, sin el
cariño, sin el amor que Gerda sintió siempre por aquella persona sin importarle
el sexo. El modo en que Alicia Vikander mira a Eddie Redmayne es un maravilloso
catálogo de expresiones de amor, complementando, apostillando, engrandeciendo
la prodigiosa interpretación de su compañero, transitando por los tonos cómicos
con acierto y prudencia, manejando los dramáticos con tiento y estilo,
aprovechando cada plano sin que se le note el esfuerzo, dejándose fluir con
fineza y exquisitez.
-KATE WINSLET POR STEVE JOBS:
Aunque era un papel adjudicado a Jessica
Chastain, Kate Winslet se empeñó en conseguirlo y, aunque la californiana
hubiese estado tan soberbia como nos tiene acostumbrados, resulta muy
complicado echarla de menos por la manera en que la británica irrumpe en
pantalla, por cómo camina, por cómo habla, por cómo mira, por cómo se adueña de
la escena incluso cuando está en segundo plano, por cómo rubrica cada gesto de
Michael Fassbender (quien también está magnífico), por cómo echa a un lado la
verborrea de Aaron Sorkin (algo más moderada en esta ocasión, por eso los
actores pueden hincar el diente en sus personajes) y hace una absoluta
creación.
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