Pablo Berger llamó la atención gracias a una
ópera prima que parecía rodada por un veterano, Torremolinos 73 (2003) recogía un legado, el de la comedia
costumbrista española, y lo magnificaba y renovaba sin que se notase el
esfuerzo, toda una audacia que le llevó a las puertas del Goya como director
novel (y cuando todo el mundo pensaba que su máximo rival era David Serrano,
candidato por Días de fútbol, resultó
que el galardón fue para Ángeles González Sinde por la muy inferior La suerte dormida). Fiel a sí mismo y a
su afán por contar historias, Berger tardó varios años en encontrar
financiación para su nuevo proyecto, una rareza muda y en blanco y negro que
tuvo que arrastrar el sambenito de copiar a The
Artist (2011), cuando sólo se parecían en lo meramente formal -y cuando
llevaba mucho tiempo escrita-. Tras haber roto muchos moldes con Blancanieves (2012), el cineasta ha
seguido ignorando los cantos de sirena, trabajando a su ritmo, eligiendo la
historia que le apetecía contar y, así, llega a la cartelera agosteña su nueva
entrega, el tercer título de su filmografía: Abracadabra, una comedia con tintes amargos, un drama con capacidad
para la risa, una nueva muestra de la versatilidad estética y estilística de
Pablo Berger, quien atiende a la prensa (al igual que los actores protagonistas
-Maribel Verdú, Antonio de la Torre y José Mota-) en la Sala Golden, en plena
Gran Vía madrileña, uno de los escenarios de la película, un lugar que diríase
salido de la mente de algún creador con tendencia a lo kitsch pero que existe,
no hacen falta retoques. La conversación es cálida, cercana, fluida, Berger
hipnotiza (nunca mejor dicho) con su sencillez, su amor por su trabajo, la
pasión que pone al compartirlo con los demás.
PREGUNTA.- Ya se empieza a escuchar que Abracadabra es una película especial,
pero, valga la redundancia, eso no es nada especial en tu caso porque podríamos
emplear el mismo adjetivo para definir a las anteriores. ¿Esto sale así? ¿Es
inevitable?
RESPUESTA.- Jajaja, takl vez me sale así, no
sabría cómo explicarlo. Puedo decirte, porque es algo que me pasa siempre, que
cuando me siento frente a la pantalla y me preparo para escribir me parece que
el teclado es una especie de ouija, en serio. Y me dejo llevar, nada más, me
dejo llevar por mi locura, por mis obsesiones,… Creo mucho en la escritura
automática, en el inconsciente, creo en ese proceso que es como vomitar piezas
de un puzle que no sé cómo van a encajar mientras van apareciendo. Me gusta
arrancar desde una situación extrema, pero luego me gusta ir poniendo un orden,
que el caos no lo sea tanto y contar un cuento.
P.- Lo has dicho muchas veces, incluso te
gusta presentarte como cuentista…
R.- Siempre quiero contar una historia, es
lo que me mueve, igualo al espectador con mi hija, que ahora tiene trece años
como la niña protagonista, empecé Blancanieves
contándosela a ella, aún no había nacido cuando Torremolinos 73 pero tenerla presente me ayuda a ir hilando la
historia: siento al espectador en mis piernas, como hacía antes con mi hija, y
hago lo que me interesa, es decir, contar un cuento. Una cosa fundamental es encontrar
un protagonista, que surja un objetivo claro una vez voy trabajando con las
ideas.
P.- Pero tuvo que haber un punto de partida
para Abracadabra, ¿no?
R.- Hace más de treinta años, estaba en la
discoteca con un amigo y de repente empezó a sonar Tubular Bells y apareció un hipnotizador, pidió voluntarios y mi
amigo, que es un cachondo y un incrédulo, igual que lo era yo, se ofreció para
salir al escenario. En el camino hacia allí iba haciendo una peineta,
burlándose, su intención clara era la de boicotear el espectáculo, pero la
sorpresa fue que cayó en las redes del hipnotizador, que éste dijo “abracadabra”
y anuló la voluntad de mi amigo. La imagen de verle totalmente controlado y a
merced de lo que le ordenase el hipnotizador fue el detonante de la película,
pero el origen verdadero es mucho más que esa anécdota. Después de estar dos
años de gira por todo el mundo presentado Blancanieves,
llegó el momento de depresión, “¿y ahora qué?”, me puse a buscar entre guiones
que tengo más o menos acabados, escaletas, ideas, fotos, y resultó que Abracadabra era lo más diferente posible
a lo anterior: si Blancanieves era
muda y en blanco y negro, Abracadabra es
de colores chillones, ruidosa, a ratos kitsch y, por encima de todo, una
comedia. Cada película me la planteo como un salto mortal, si me repito no
tiene sentido lo de hacer cine, prefiero rodar poco pero en libertad, sin
condicionantes ni presiones.
P.- Aunque los problemas para encontrar
financiación (y confianza) retrasaron el rodaje de Blancanieves, has dejado pasar cinco años hasta este nuevo estreno,
¿optas por el ritmo lento a la hora de ir conformando tu filmografía?
R.- Mi mujer es japonesa y hay un refrán de
su país que dice “si tienes prisa por llegar, coge el camino más largo” y así
me ha ido bien, no me puedo quejar, todas mis películas han sido muy deseadas. No
soy hombre de familia numerosa, jajaja. Igual con la siguiente tardo un poquito
menos, esto nunca se sabe en realidad, pero tardar entre tres o cuatro años con
cada película es lo ideal porque elaborar el storyboard me lleva al menos un
año: me lo tomo como si estuviese haciendo una novela gráfica, hacer cine es
escribir con imágenes, es como si el pastel en sí fuese la historia cuando se
traduce en imágenes y los diálogos aportan la crema, algo que trabajo mucho con
los actores, pero es básico que tener un mundo visual, que cada película tenga
su identidad lo considero clave.
P.- Y cuando el espectador cree tenerlo todo
más o menos claro, Abracadabra se
nombra a sí misma, hace un truco de magia y varía su tono…
R.- Sigo con las metáforas culinarias y
defino a Abracadabra como una lasaña:
tiene una capa muy gorda de comedia pero también tiene otra similar de drama
social, se tocan temas muy serios porque reivindico que la comedia puede y debe
tocar asuntos como el de la violencia de género, central en este caso, también
se habla de enfermedades mentales, todo puede abordarse sin renunciar a las
risas cuando convenga. En una primera parte, el asunto dramático está latente,
es como un tiburón que ronda esperando el momento de atacar, pero cobrará la
importancia debida en el último acto, es necesario que haya un gran final, y
creo que cuando Abracadabra da un
giro radical y cambia de tono y tema es cuando el suflé sube como debe y la
película cobra su verdadero sentido. No me gusta hacer comedia sin más, me
gusta la comedia seria, con contenido, con peso, tocando diferentes temas,
aportando mi mirada pero sin subrayar ni lanzar mensajes, tan sólo explicándome
a mí mismo.
P.- Empatizo especialmente con el canto que
haces en favor de la imaginación, hay que dejarle su espacio incluso aunque
sepamos que tiene truco, no podemos estar pensando en eso cuando hay un mago en
escena…
R.- Eso es: el espectador que va a un
espectáculo de magia sólo preocupado de cómo se consigue el truco no disfrutará
y así me gustaría que cada uno encarase Abracadabra,
preocupándose sólo de disfrutar, sin pensar a qué se parece y a qué no,
intentando definir su género, llegando con el prejuicio de “no me gusta José
Mota”, lo que sea. A la hora de ver cine, odio el cinismo y la nostalgia y lo
digo así de rotundo, no creo que esos espectadores gocen, incluso me atrevo a
decirles que no vengan, pero si quieren soñar, dejar volar la imaginación, si
les gusta que les cuenten cuentos, que lo hagan porque creo que les vamos a
sorprender.
P.- Ya que lo comentas, confieso que no soy
seguidor de los programas de José Mota, pero cuando interpretó Los productores demostró grandes
facultades para el teatro musical y, por supuesto, para la comedia. Creo que
esta película le va a servir para poder reivindicar su lugar en el cine porque
le alejas de los personajes que le han hecho popular…
R.- Hay demasiados prejuicios con José Mota y
actores similares en el mundo del cine, es un mal endémico en nuestro país. En EEUU,
un programa como Saturday Night Live
ha sido y es cantera para el cine, no dejan de salir cómicos catapultados
[apostillo que, además, son infinidad los que se dan de tortas por aparecer
alguna semana en el programa, presentarlo se considera un honor]. Aquí, sin
embargo, a una gran estrella televisiva, conocida y querida por millones de
espectadores, la infravaloramos, no se le da continuidad, no entendemos que alguien
como José Mota es un actor, sin etiquetas, hay que tratarle como al resto.
Además, es un perfeccionista, trabaja desde la verdad y se plantea el humor
como algo muy serio, pienso que será una de las grandes sorpresas de la
película; su personaje sigue la estela de Buster Keaton, está muy contenido,
hablábamos en el rodaje de microgags porque la comicidad que aporta va en dosis
pequeñas. Es cierto que su aspecto es muy estrafalario, que su look llama la
atención, para nosotros era “el metrosexual de barrio”, una mezcla entre uno de
Bollywood y Camela, pero su interpretación es tridimensional, aporta
vulnerabilidad, fragilidad, estoy enamorado de su trabajo.
P.- Es el personaje bisagra y que ayuda a
los otros a desarrollarse mejor…
R.- Yo hablo de mis tres mosqueteros y me
siento D´Artagnan, jajaja: Maribel es como don Quijote, José Mota es Sancho y
Antonio de la Torre es una Dulcinea infernal. La película sólo se mantiene en
pie cuando los tres forman parte de la misma historia, Mota aporta cierta
ligereza que es necesaria para, en parte, demostrar que no hay temas sagrados
en el cine, que la comedia habla de asuntos muy serios, véase a Berlanga o a
Wilder, ¡quién pudiese llegar a esos niveles!
P.- No podemos terminar sin hablar un poco
sobre Maribel, cómo equilibra un personaje extremo (como lo es la película
necesariamente), capaz de definirlo mientras sigue El baile del gorila sentada porque su marido no tiene ni intención
de bailar y para colmo se está sulfurando al ver a su hija en la pista levantarse
la falda y enseñarlo todo. No le hace falta más de un minuto para describir
gran parte de lo que le pasa a esa mujer y del sufrimiento que arrastra…
R.- Maribel es la gran actriz de su generación,
ella sola es casi la historia de nuestro cine, está en varias de las mejores
películas de todos los tiempos. Lo que más me sorprendió cuando la conocí, lo
que me ganó, es que es tremendamente dúctil, toma riesgos, quiere explorar
nuevos territorios. Y es una estrella en el sentido americano: tiene magia,
tiene un algo indefinible, tiene alma y verdad. Siempre le estaré eternamente
agradecido por lo que hace en Abracadabra.
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