jueves, 22 de agosto de 2013

"LOBEZNO INMORTAL": A PECHO DESCUBIERTO


 
 
 
TÍTULO ORIGINAL: The Wolverine DIRECCIÓN: James Mangold GUIÓN: Mark Bomback, Scott Frank MÚSICA: Marco Beltrami FOTOGRAFÍA: Ross Emery MONTAJE: Michael McCusker REPARTO: Hugh Jackman, Tao Okamoto, Rila Fukushima, Hiroyuki Sanada, Svetlana Khodchenkova, Brian Tee


   Bryan Singer llegó a la dirección de la primera película sobre los X-Men sin apenas conocer el cómic y su acercamiento fue el de un neófito que no tiene ideas preconcebidas pero quiere pasárselo bien; el resultado satisfizo a los seguidores de los personajes de Marvel, a los que los rechazaban (por ser fans de la primigenia Patrulla X) y a los que, al igual que él, no los conocían más que de nombre (o ni eso). X-Men (2000) y X-Men 2 (2003) revitalizaron las adaptaciones cinematográficas de las historias de los superhéroes, primando la aventura, la peripecia, la acción, sabiendo construir personajes muy sólidos y atractivos, sin necesidad de recurrir a filosofías, oscurantismos y demás complejos con los que intentar dar una pátina que no es la pertinente, porque ya se ha señalado muchas veces que las creaciones originales ya tenían esos mimbres, esas dudas, esas luchas internas, pero por encima de todo importaba la diversión, y eso fue lo que potenciaron los guionistas, al mismo tiempo que, sin cargar las tintas pero integrándolo como elemento necesario, parte de la trama, y no como digresión ampulosa y estrambótica (tomando la palabra en su dimensión literaria) al más puro estilo Christopher Nolan, se exploraba y profundizaba en la personalidad de los héroes cuando no estaban salvando al mundo. Cuando estaba en marcha el proyecto del tercer título de la saga (de lo que lo era a todas luces, de lo que había nacido con esa intención), se decidió que Bryan Singer era el idóneo para insuflar nueva savia al mito de Superman (decisión que, a priori, parecía muy acertada) y dejó el timón de X-Men. La decisión final (2006) en manos de Brett Ratner, quien, para venir de donde venía y si miramos lo decepcionante que resultó Superman Returns (2006), salvó los muebles todo lo que pudo. Y mientras llegaba lo que era natural: el regreso de Singer a los X-Men para (crucemos los dedos) recuperar las esencias y devolver el brío a lo que ha ido deviniendo en cintas para adolescentes con bastante poca gracia.

   En ese ínterin, olfateando el dinero, los productores pusieron a circular en solitario a uno de los caracteres más carismáticos, ya que a las muchas virtudes que tenía el dibujo en sí, se añadieron las características del actor que lo encarnaba y, de este modo, llegamos al segundo filme protagonizado por Lobezno, al que sólo puede dar vida el fantástico Hugh Jackman. Actor polivalente, dotado de facultades excepcionales, un verdadero showman, con un atractivo físico que sabe jugar muy bien, conquistando a todo el mundo con su simpatía natural, sabiendo que tiene que demostrar más que otros para que se le valore, aceptando las convenciones de la industria pero sacando gran partido de ellas. Sólo alguien que dota sus interpretaciones de un peso específico, que construye sus personajes con tino y cuidado, puede salir airoso y transformar la secuencia en inolvidable en cada uno de los posibles niveles de lectura (o de sensación provocada) de su ya por derecho propio mítico baño a lo pionero en Australia (2008), extrayendo el mejor tono paródico y divirtiéndose con ello. Porque si algo no puede negársele a Jackman es su manera de entregarse, de involucrarse, de jugársela: no toma el camino fácil, no se limita a poner la mano para recoger el cheque, y eso dota de gran veracidad a Lobezno porque asume todas las piruetas, las carreras, los saltos, las peleas como algo totalmente necesario y, a pesar de los efectos, los trucos, los especialistas, al final siempre queda algún plano que demuestra que el actor ha hecho su trabajo y, eso sí, luciendo el torso todo lo que sea posible y justificable (e incluso cuando no) porque sabe que parte de los que pasan por taquilla sólo quieren deleitarse con su físico, sin poner cuidado en nada más.

   En ese sentido, Lobezno inmortal se sabe vehículo para el lucimiento de la estrella (es otra cosa que agradecer: Jackman se lo pasa bien, se divierte, adopta un tono reconcentrado las dos o tres veces que hace falta para que el personaje tenga más de una dimensión, pero no intenta hacer pasar por Shakespeare lo que es Marvel) y en eso se queda; por otro lado, habría que exigir a James Mangold (quien, además, goza de un predicamento ganado muy fácilmente, sin haber hecho verdaderos méritos para gozar de ese estatus) un poquito más de fuerza, de ganas, de alentar el material que tiene y no dejarlo todo al carisma de su actor y a centrifugar la acción cada pocos minutos. Aunque esta cinta es, tan sólo, un receso, un descanso, una transición, mientras llega lo esperado, lo que se comentaba al principio, el reencuentro entre los X-Men y Bryan Singer (aún hay que esperar a 2014, hasta mayo en concreto –al menos para el estreno en EEUU-); precisamente lo mejor de la película que ahora nos ocupa es el anuncio de lo que viene, la promesa de que volvemos a los orígenes, una breve pero espléndida secuencia que tiene lugar durante los títulos de crédito y de la que no diremos más, tan sólo rogar al público que, ya que paga una entrada (y nada barata la mayoría de las veces), se mantenga en su butaca hasta que se enciendan las luces o, si los del cine parecen tener prisa y las dan demasiado pronto, hasta que concluyan “los cartelitos” (así irán abriendo boca…).

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