viernes, 5 de agosto de 2016

PROGRAMA DOBLE: "CORAZÓN GIGANTE" / "MUSTANG"



   Entre otras cosas, aquellos añorados programas dobles permitían el acceso a películas que no tenían muy buena distribución, títulos que en realidad nacían muchas veces con el marchamo de ser un complemento para acompañar en cartelera a uno de campanillas que intentaba (y conseguía) reverdecer laureles gracias a las reposiciones o a su paso a los cines de barrio. Eso sí, podía darse la circunstancia (y así sucedía más de lo que puede pensarse) de que el acompañamiento satisficiera más expectativas (tal vez por inexistentes) que aquel que habíamos soñado durante meses pero sólo se proyectaba en locales del centro a los que sólo se podía acceder previo pago de entradas más caras (y de mejores copias, menos deterioradas, tal vez sin saltos -ese es tema para otra ocasión-). Hoy reunimos dos filmes que no han corrido demasiada buena suerte en su carrera comercial, al menos en España, llegaron con la etiqueta de “cine minoritario” y eso que uno de ellos -Mustang- se coló en la final de los Oscar representando a Francia (aunque su estética, su contenido, sus personajes, tengan poco que ver con la imagen más estereotipada y laureada del cine francés -puede que ahí esté, en parte, el motivo de su escasa repercusión-). 

-CORAZÓN GIGANTE: RAREZA COTIDIANA



TÍTULO ORIGINAL: Fúsi DIRECCIÓN: Dagur Kári GUIÓN: Dagur Kári MÚSICA: Dagur Kári, Karsten Fundal FOTOGRAFÍA: Rasmus Videbaek MONTAJE: Olivier Bugge Coutté, Andri Steinn REPARTO: Gunnar Jónsson, Ilmur Kristjánsdottir, Sigurjón Kjartansson, Margrét Helga Jóhannsdóttir, Franziska Una Dagsdóttir

   Ojalá llegase el día en que dejase de ser noticia la nacionalidad de una película, en que se pudiera tener fácil acceso a filmografías de lo más variadas, en que no resultase exótico (ni restringido -sobre todo para que aquellos que trazan fronteras intelectuales, culturales y cualitativas no se crean mejores ni decreten que lo bueno, lo artístico, lo meritorio, lo exquisito es lo que sólo ellos están preparados para comprender (ejem), que el público ciertamente pueda elegir qué le apetece ver sin que le colonicen las pantallas o le impidan el acceso a determinados circuitos-), decíamos que sería deseable que no pareciera exótico encontrarse en la cartelera filmes orientales (en su sentido más amplio y con representación de todos los géneros), africanos e incluso europeos. Aunque lo escandinavo vive un momento en que acapara la atención de los medios, parece que este interés (que pudo pensarse una moda pero sigue marcando cierta tendencia) se centra en todo lo que pueda considerarse novela negra y, del mismo modo, sólo lo audiovisual que puede ser circunscrito a ese universo goza de popularidad y repercusión, con contadas excepciones. Corazón gigante (título nefasto donde los haya, blandengue y ñoño, equívoco y absurdo -el original, Fúsi, el nombre de su protagonista es sencillo, directo, fácil de memorizar y pone el objetivo en lo fundamental-) se sale de esa norma, ni siquiera esboza lo policiaco, porque su tono es cómico sin disparatar ni exagerar, crea -reproduce (?)- un universo en el que lo que puede resultarnos extraño, insólito, raro, es algo cotidiano, natural, aquello con lo que se convive a diario. Y, además (¡Gran noticia!), no esquiva ni difumina lo melodramático, lo emotivo, aquellos aspectos por los que el espectador empatiza con el personaje principal, ese Fúsi al que da vida un magnífico Gunnar Jónsson cuyo carisma reside, precisamente, en su carencia, en su incapacidad para comunicarse, en el modo en que se ha replegado en sí mismo, en la coraza invisible pero tremendamente compacta e impenetrable con que se protege de los demás, aunque no pueda ni quiera evitar sus burlas, su abuso, su constante ataque a una dignidad anulada a base de rehuir el enfrentamiento procurando pasar inadvertido (algo complicado cuando se posee cierta envergadura física).
   Una de las mayores virtudes de la película es el trazo suave con que se plantean determinadas situaciones, puesto que el guión no quiere jugar la baza dramática hasta el final y sabe equilibrar y matizar para que el conjunto funcione desde esa apariencia un tanto intrascendente e incluso distante que va operando en el ánimo del espectador por acumulación y reconocimiento, porque no es necesario ensañarse con el personaje en pantalla para comprender su martirio, antes bien, precisamente esa aparente falta de emociones, esa aceptación resignada, esas constantes humillaciones que recibe sin inmutarse aún duelen más porque lo que hacen intuir, por lo que ayudan a imaginar, esa mirada llena de velos, de lágrimas que no se han secado, de otras que se han reprimido, ese permanente gesto de incomprensión de quien siempre ha sido víctima, ese deambular de quien no tiene aspiraciones ni metas porque le han hecho creer que le están vedadas, esa incapacidad para comunicarse que no es tal pero asume como propia, adormeciendo afectos y negándose realidades, esa inferioridad interiorizada y asumida que pugna por resquebrajarse, el impactante y soberbio trabajo de Gunnar Jónsson impregna cada fotograma y emociona por honesto y poderosamente humano.

-MUSTANG: HAY MUCHAS BERNARDAS



TÍTULO ORIGINAL: Mustang DIRECCIÓN: Deniz Gamze Ergüven GUIÓN: Deniz Gamze Ergüven, Alice Winocour MÚSICA: Warren Ellis FOTOGRAFÍA: David Chizallet, Ersin Gok MONTAJE: Mathilde Van de Moortel REPARTO: Günes Sensoy, Doga Zeynep Doguslu, Tugba Sunguroglu, Elit Iscan, Ilayda Akdogan, Nihal G. Koldas

   El hecho de que los últimos Premios César considerasen a Fatima como la mejor cinta del año y a Mustang como la mejor ópera prima provocó que algunos se quedaran en el elemento exótico y otros en el político, haciendo lecturas tal vez muy sesgadas o incompletas, olvidando el análisis meramente cinematográfico (e incluso obviándolo para hablar de otros asuntos), centrándose en las intenciones de los cineastas (nada ocultas, por otro lado), en sus biografías, en sus lugares de nacimiento, emparentando dos filmes que, en realidad, están muy alejados aunque, por otro lado, no puede obviarse su coincidencia en el tiempo, reflejo de la época que vivimos, su condición de documentos, su capacidad metafórica, su carácter universal sin renunciar a su particularidad. Ese es, precisamente y de alguna manera, el punto de partida de Mustang puesto que es fácil rastrear la sombra, el influjo, la influencia lorquiana en su escritura (guión, por cierto, que fue premiado con el César al libreto original mientras que Fatima hacía lo propio como guión adaptado), por desgracia, la sombra de Bernarda Alba es muy alargada y la tragedia que sucede en su casa es inteligible (y así lo demuestra su vigencia, sus constantes reposiciones y versiones en diferentes idiomas) en cualquier lugar del mundo, por mucho que las tradiciones sean distintas, tradiciones que, así llamadas, heredadas y aceptadas como tales, como inamovibles, siguen anulando vidas, confiriendo un valor inferior a unas por el mero hecho del sexo con que una persona nace, condicionando existencias, negando posibilidades, cosificando a las mujeres, considerándolas sólo por el valor que tienen a la hora de ser vendidas como esposas, como futuras madres, como parte de una dote.
   El máximo acierto de Mustang, al menos para aquel cautivado por Lorca al que cualquier aproximación, inspiración, variante va a parecerle menor que el texto del poeta y dramaturgo, es contar una situación terrible haciendo primar la comedia (con algún momento maravillosamente hilarante), poniendo el acento en la juventud de las chicas encerradas a cal y canto para no ser acusadas de inmorales, para respetar la memoria de sus progenitores, para no perder su atractivo de cara a futuras uniones matrimoniales, para conservar intacta la única utilidad que su familia quiere darles. La debutante Deniz Gamze Ergüven demuestra un pulso firme tanto en la escritura del guión (compartida con Alice Winocour) como detrás de la cámara puesto que potencia la frescura de sus jóvenes protagonistas, sus ganas de diversión, sus impulsos y corazonadas (en todos los sentidos), pero por debajo late la denuncia, el espectador se posiciona con facilidad y naturalidad, sin soflamas ni discursos, desde la verdad, desde las sonrisas borradas a golpes, desde la alegría desterrada, desde la juventud sojuzgada por el gesto amenazante, la bofetada siempre a punto y la reprobación constante. Puestos a comparar, sorprende que ninguna de las actrices del reparto fuesen candidatas a algún César mientras que sí lograron esa distinción las de Fatima, cinta con un aura de prestigio que le viene muy grande, un mero esbozo, un filme que termina precipitadamente casi cuando podría comenzar a desarrollarse, debe ser que, como tantas veces, la comedia sale mal parada en el reparto de premios o que siempre aparece algún biempensante que acusa al que hace comedia en serio de tomarse las cosas a broma.  

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