Entre otras cosas, aquellos añorados
programas dobles permitían el acceso a películas que no tenían muy buena
distribución, títulos que en realidad nacían muchas veces con el marchamo de
ser un complemento para acompañar en cartelera a uno de campanillas que
intentaba (y conseguía) reverdecer laureles gracias a las reposiciones o a su
paso a los cines de barrio. Eso sí, podía darse la circunstancia (y así sucedía
más de lo que puede pensarse) de que el acompañamiento satisficiera más
expectativas (tal vez por inexistentes) que aquel que habíamos soñado durante
meses pero sólo se proyectaba en locales del centro a los que sólo se podía
acceder previo pago de entradas más caras (y de mejores copias, menos
deterioradas, tal vez sin saltos -ese es tema para otra ocasión-). Hoy reunimos
dos filmes que no han corrido demasiada buena suerte en su carrera comercial,
al menos en España, llegaron con la etiqueta de “cine minoritario” y eso que
uno de ellos -Mustang- se coló en la
final de los Oscar representando a Francia (aunque su estética, su contenido,
sus personajes, tengan poco que ver con la imagen más estereotipada y laureada
del cine francés -puede que ahí esté, en parte, el motivo de su escasa
repercusión-).
-CORAZÓN GIGANTE:
RAREZA COTIDIANA
TÍTULO ORIGINAL: Fúsi DIRECCIÓN: Dagur Kári GUIÓN: Dagur
Kári MÚSICA: Dagur Kári, Karsten Fundal FOTOGRAFÍA: Rasmus Videbaek MONTAJE:
Olivier Bugge Coutté, Andri Steinn REPARTO: Gunnar Jónsson, Ilmur
Kristjánsdottir, Sigurjón Kjartansson, Margrét Helga Jóhannsdóttir, Franziska
Una Dagsdóttir
Ojalá llegase el
día en que dejase de ser noticia la nacionalidad de una película, en que se
pudiera tener fácil acceso a filmografías de lo más variadas, en que no
resultase exótico (ni restringido -sobre todo para que aquellos que trazan
fronteras intelectuales, culturales y cualitativas no se crean mejores ni
decreten que lo bueno, lo artístico, lo meritorio, lo exquisito es lo que sólo
ellos están preparados para comprender (ejem), que el público ciertamente pueda
elegir qué le apetece ver sin que le colonicen las pantallas o le impidan el
acceso a determinados circuitos-), decíamos que sería deseable que no pareciera
exótico encontrarse en la cartelera filmes orientales (en su sentido más amplio
y con representación de todos los géneros), africanos e incluso europeos.
Aunque lo escandinavo vive un momento en que acapara la atención de los medios,
parece que este interés (que pudo pensarse una moda pero sigue marcando cierta
tendencia) se centra en todo lo que pueda considerarse novela negra y, del
mismo modo, sólo lo audiovisual que puede ser circunscrito a ese universo goza
de popularidad y repercusión, con contadas excepciones. Corazón gigante (título nefasto donde los haya, blandengue y ñoño,
equívoco y absurdo -el original, Fúsi,
el nombre de su protagonista es sencillo, directo, fácil de memorizar y pone el
objetivo en lo fundamental-) se sale de esa norma, ni siquiera esboza lo
policiaco, porque su tono es cómico sin disparatar ni exagerar, crea -reproduce
(?)- un universo en el que lo que puede resultarnos extraño, insólito, raro, es
algo cotidiano, natural, aquello con lo que se convive a diario. Y, además
(¡Gran noticia!), no esquiva ni difumina lo melodramático, lo emotivo, aquellos
aspectos por los que el espectador empatiza con el personaje principal, ese
Fúsi al que da vida un magnífico Gunnar Jónsson cuyo carisma reside,
precisamente, en su carencia, en su incapacidad para comunicarse, en el modo en
que se ha replegado en sí mismo, en la coraza invisible pero tremendamente
compacta e impenetrable con que se protege de los demás, aunque no pueda ni
quiera evitar sus burlas, su abuso, su constante ataque a una dignidad anulada
a base de rehuir el enfrentamiento procurando pasar inadvertido (algo
complicado cuando se posee cierta envergadura física).
Una de las
mayores virtudes de la película es el trazo suave con que se plantean
determinadas situaciones, puesto que el guión no quiere jugar la baza dramática
hasta el final y sabe equilibrar y matizar para que el conjunto funcione desde
esa apariencia un tanto intrascendente e incluso distante que va operando en el
ánimo del espectador por acumulación y reconocimiento, porque no es necesario
ensañarse con el personaje en pantalla para comprender su martirio, antes bien,
precisamente esa aparente falta de emociones, esa aceptación resignada, esas
constantes humillaciones que recibe sin inmutarse aún duelen más porque lo que
hacen intuir, por lo que ayudan a imaginar, esa mirada llena de velos, de
lágrimas que no se han secado, de otras que se han reprimido, ese permanente
gesto de incomprensión de quien siempre ha sido víctima, ese deambular de quien
no tiene aspiraciones ni metas porque le han hecho creer que le están vedadas,
esa incapacidad para comunicarse que no es tal pero asume como propia, adormeciendo afectos y negándose realidades, esa inferioridad interiorizada y asumida que pugna por resquebrajarse, el
impactante y soberbio trabajo de Gunnar Jónsson impregna cada fotograma y
emociona por honesto y poderosamente humano.
-MUSTANG: HAY
MUCHAS BERNARDAS
TÍTULO ORIGINAL: Mustang DIRECCIÓN: Deniz Gamze Ergüven
GUIÓN: Deniz Gamze Ergüven, Alice Winocour MÚSICA: Warren Ellis FOTOGRAFÍA:
David Chizallet, Ersin Gok MONTAJE: Mathilde Van de Moortel REPARTO: Günes
Sensoy, Doga Zeynep Doguslu, Tugba Sunguroglu, Elit Iscan, Ilayda Akdogan,
Nihal G. Koldas
El hecho de que
los últimos Premios César considerasen a Fatima
como la mejor cinta del año y a Mustang
como la mejor ópera prima provocó que algunos se quedaran en el elemento
exótico y otros en el político, haciendo lecturas tal vez muy sesgadas o
incompletas, olvidando el análisis meramente cinematográfico (e incluso
obviándolo para hablar de otros asuntos), centrándose en las intenciones de los
cineastas (nada ocultas, por otro lado), en sus biografías, en sus lugares de
nacimiento, emparentando dos filmes que, en realidad, están muy alejados
aunque, por otro lado, no puede obviarse su coincidencia en el tiempo, reflejo
de la época que vivimos, su condición de documentos, su capacidad metafórica,
su carácter universal sin renunciar a su particularidad. Ese es, precisamente y
de alguna manera, el punto de partida de Mustang
puesto que es fácil rastrear la sombra, el influjo, la influencia lorquiana
en su escritura (guión, por cierto, que fue premiado con el César al libreto
original mientras que Fatima hacía lo
propio como guión adaptado), por desgracia, la sombra de Bernarda Alba es muy
alargada y la tragedia que sucede en su casa es inteligible (y así lo demuestra
su vigencia, sus constantes reposiciones y versiones en diferentes idiomas) en
cualquier lugar del mundo, por mucho que las tradiciones sean distintas,
tradiciones que, así llamadas, heredadas y aceptadas como tales, como inamovibles,
siguen anulando vidas, confiriendo un valor inferior a unas por el mero hecho
del sexo con que una persona nace, condicionando existencias, negando posibilidades,
cosificando a las mujeres, considerándolas sólo por el valor que tienen a la
hora de ser vendidas como esposas, como futuras madres, como parte de una dote.
El máximo
acierto de Mustang, al menos para
aquel cautivado por Lorca al que cualquier aproximación, inspiración, variante
va a parecerle menor que el texto del poeta y dramaturgo, es contar una
situación terrible haciendo primar la comedia (con algún momento maravillosamente hilarante), poniendo el acento en la
juventud de las chicas encerradas a cal y canto para no ser acusadas de
inmorales, para respetar la memoria de sus progenitores, para no perder su
atractivo de cara a futuras uniones matrimoniales, para conservar intacta la
única utilidad que su familia quiere darles. La debutante Deniz Gamze Ergüven
demuestra un pulso firme tanto en la escritura del guión (compartida con Alice
Winocour) como detrás de la cámara puesto que potencia la frescura de sus
jóvenes protagonistas, sus ganas de diversión, sus impulsos y corazonadas (en
todos los sentidos), pero por debajo late la denuncia, el espectador se
posiciona con facilidad y naturalidad, sin soflamas ni discursos, desde la
verdad, desde las sonrisas borradas a golpes, desde la alegría desterrada,
desde la juventud sojuzgada por el gesto amenazante, la bofetada siempre a
punto y la reprobación constante. Puestos a comparar, sorprende que ninguna de
las actrices del reparto fuesen candidatas a algún César mientras que sí
lograron esa distinción las de Fatima,
cinta con un aura de prestigio que le viene muy grande, un mero esbozo, un
filme que termina precipitadamente casi cuando podría comenzar a desarrollarse,
debe ser que, como tantas veces, la comedia sale mal parada en el reparto de
premios o que siempre aparece algún biempensante que acusa al que hace comedia
en serio de tomarse las cosas a broma.
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