martes, 31 de diciembre de 2013

2013: DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS


 

   Hay tradiciones, rutinas, costumbres que uno no quiere ignorar porque suponen hacer memoria de uno de los mayores placeres que existen, uno que además comparte con la persona amada, es decir, el hecho de ser espectador; y es que, a pesar de que ha sido (y sigue siendo en mi ánimo, en mi escritura, en mi realidad) una parte fundamental de mi trabajo durante tantos años, a la hora de la verdad sigue primando esa capacidad de asombro, pasión, entrega, descubrimiento, pleitesía, admiración por encima del análisis, de la crítica, del estudio (aunque, inevitablemente, aparecen ya durante la proyección, en parte como deformación profesional, en parte por disposición y vocación, también como deferencia y respeto a todas esas personas que a lo largo de los años –y aún hoy en día- se interesan/preocupan/gustan de conocer mi opinión, leen mis textos, compran nuestros libros). Por lo tanto, si a 2013 le quedan pocas horas de vida (por muchas razones, qué suerte que así sea –como cantó Yuri en la OTI hace un porrón de años, “siempre vendrán tiempos mejores”-; por otras, gracias por lo que trajiste, gracias por los buenos momentos que nos dejas), es el momento para echar la vista atrás y fijar el canon de estos 365 días de cine, es decir, aquellos títulos inolvidables por lo recibido, por el arte, por las emociones, porque han engrandecido mi corazón como público y aquellos otros que han revuelto mi úlcera, me han removido en la butaca, me han insuflado tentaciones de reclamar el dinero de la entrada (o algo peor). Se trata, por supuesto, de un resumen muy personal, para empezar no he visto todo lo que se ha estrenado, bien porque no me ha apetecido (uno tiene todo el derecho del mundo a elegir, sobre todo lo que no ve), bien porque no ha sido posible (esa nula política de distribución y/o exhibición, esos criterios variables que sacuden la cartelera casi cada fin de semana), bien porque no se han dado las circunstancias; además, es sencillamente mi opinión, un reflejo de mí mismo nada más, sin pretensiones ni declaraciones huecas (no como esos que se autoproclaman “los Globos de Oro españoles” cuando aún ni han echado a andar; tampoco siguiendo la estela de los que quieren votar en los premios que sea para sentir que tienen capacidad de decisión –para eso, tendrás que coincidir con la mayoría, ¿no?, y si por otro lado reniegas de cualquier premio, ¿por qué te importan tanto o los utilizas como baremo cuando te conviene?-).

PELÍCULAS ESPAÑOLAS E HISPANOAMERICANAS DESTACADAS:
 
 

-LA HERIDA:

   Una auténtica catarata de emociones, un escalpelo que, con mano firme y maestra, con delicadeza pero sin ambages ni concesiones a la galería, hurga muy dentro del espectador, le hiere emocionalmente, le golpea, le maltrata, pero a cambio ofrece una lección de cine que anonada por su contundencia y por el dominio y control que sabe ejercer sobre el material que trata un novel como Fernando Franco. Una película radical, dura, que conmociona y duele, que clava en la butaca con su sencillez y despojamiento, que convierte a Miriam Álvarez en una actriz de leyenda, en una imagen que jamás podremos despegar de nuestra retina, esa olla a presión que nos deja desolados por la incomprensión que la rodea, esa llaga sin posibilidad de cicatrización que en realidad somos cada uno de nosotros.

-15 AÑOS Y UN DÍA:

   Con arritmias y descompensaciones, Gracia Querejeta construye un interesante retrato de parte de la juventud patria y su convivencia con la venida de otros países, sin irse por las ramas, encallando en algún que otro lugar común o subtrama innecesaria, con actores creíbles a los que, a pesar de su juventud e inexperiencia, se entiende absolutamente todo (y sin caer en una dicción forzada y/o átona –al modo de Mario Casas en Ismael). Mención especial merece, como en casi todo lo que toca (y cuando está bien dirigida, no como en Los hijos de Kennedy –José María Pou parece perder el olfato teatral cuando dirige a otros-), Maribel Verdú, quien precisaría de más minutos en pantalla; junto a ella, un ajustado Tito Valverde, una impecable Susi Sánchez y una espléndida Belén López.

-TESIS SOBRE UN HOMICIDIO:

   Dentro de su alambicado estilo y de su esfuerzo por sorprender y epatar, sabe trenzar una historia que despierta el interés y los interrogantes entre el público; aunque se nota que quiere ser la nueva El secreto de sus ojos (2009), no abusa de las piruetas visuales de que tanto gusta Juan José Campanella (que quedan diluidas y resultan planas precisamente donde no deberían, es decir, en esa animación en tres dimensiones que es cansina, torpe y sin gracia: Futbolín (2013), otra muestra más de que este director sólo tiene brío si el guión y los actores salvan los muebles) y permite a Ricardo Darín estar más sobrio y adecuado de lo habitual, dejando en pañales a Alberto Ammann, intérprete sobrevalorado que, en su empeño por demostrar la categoría que no posee, desequilibra la película al no ser el oponente adecuado para el duelo de personalidades y cerebros que el filme plantea.

-NO:

   Destaca por lo que cuenta, por los hechos en que se inspira, por lo que revela, por lo que denuncia, más que por la forma en que todo eso se refleja en pantalla. Un desperdicio visual, un director más preocupado por su supuesta maestría, por sus aportes, por remarcar su presencia, por hacer de cada plano una demostración de su (otra vez supuesto) saber hacer, que por morder toda la carne que hay a disposición del que quiera narrar sin maquillajes ni elipsis, sin entretenerse en lo accesorio, dando entidad a lo que la tiene y merece; aun así, interesante punta del iceberg que Chile tiene por contar.

PELÍCULAS ESPAÑOLAS E IBEROAMERICANAS OLVIDABLES:

-LOS AMANTES PASAJEROS:

   Pedro Almodóvar (y su jefe de prensa, ese Javier Giner que juega en demasiadas ligas y, al final, no sabe ni de qué lado está –y al que no sé quién considera influyente como cineasta en ciernes; habrá que conocer primero su obra, digo yo, para comprobar en qué puede influir-) menosprecia la crítica, se supone que la ignora, desde luego la insulta, pero luego no perdona el más mínimo argumento en contra por muy bien cimentado que esté (no como él y sus palmeros que sólo recurren a lo fácil, vejatorio y manido para reprobar a los díscolos) y no duda en censurar o vetar medios. Sea como sea, ahí queda su indignante peliculita (la misma que sería duramente combatida y linchada -¡Vivan los demócratas! ¡Olé por los liberales!- si estuviera firmada por otro –léase, por ejemplo, Ozores-) como demostración palpable de que, plagiándose, parodiándose, lo que quiera que haga a sí mismo, Pedro ha perdido gracia, frescura, oficio, acierto y tino (y, para colmo, sale Carlos Areces, ese ser llamado actor).

-LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI:

   Álex de la Iglesia acertó de pleno en una ocasión –La comunidad (2000)- y cualquier intento por igualar aquel hito se estrella estrepitosamente. Además, ni siquiera exhibe su gusto como realizador, su facilidad para la coreografía visual, su capacidad para aunar elementos a priori ajenos; ahora todo es un batiburrillo que marea, satura, agota, imposta, un continuo regodeo en su ombligo, en lo gracioso que se encuentra, en lo divertido que se siente, en lo inteligente que se piensa. Lo que en aquel filme fue un barroquismo bien entendido, lógico y consecuente, ahora es un acumular por acumular (y desde el primer minuto, sin progresión, sin freno, sin orden ni concierto), un recurrir a todos los clichés propios y ajenos: una Carmen Maura con el piloto automático (algo menos de lo que por desgracia es habitual en los últimos tiempos, pero muy lejos de su grandeza y temple para la comedia), una Terele Pávez a lo que sólo se pide que sea ella, una Carolina Bang que ya sabemos por qué está ahí, una María Barranco que no hace falta resucitar y unos protagonistas llamados Mario Casas y Hugo Silva que no tienen ni carisma ni arte ni gracia (el primero con poner la voz que tantos aplausos le reportó en La mula (2013) piensa que ya lo hace todo, entendiendo la comicidad con resultar estúpido, el segundo paseando su palmito que es por lo que le pagan). ¡Y para colmo también sale Carlos Areces, de nuevo irritando y disgustando, otro que al que han hecho creer que tiene gracia hasta cuando no está!

-LA GRAN FAMILIA ESPAÑOLA:

   Con esta película se significaron muchos de esos que un día dicen una cosa y al siguiente utilizan el mismo argumento para señalar lo contrario, esos que no tienen opinión propia y buscan apoyos donde sea, esos que salen por peteneras cuando no saben qué decir (o sea, casi siempre): si hablabas mal de la de Álex de la Iglesia, te decían que el cine español merecía mejor suerte, éxito en taquilla y no sé cuántas zarandajas más (como si uno marcase tendencia, ya ves tú) en lugar de analizar o discutir lo que cada quien encontrase de acertado o inadecuado en ella (bueno, se trata de recaudar a toda costa, ¿no? Entonces que nadie se lleve las manos a la cabeza porque el librito de Belén Esteban vaya por la séptima edición –eso creo, tampoco lo voy a confirmar: sea como sea, vende como rosquillas-: queremos que el negocio continúe, pues ahí lo tenéis). Y, sin embargo, a pesar de lo bien que funcionó la de Sánchez Arévalo, algunos de los que le auparon anteriormente miraban de reojo y con el ceño fruncido cuando el muchacho ha hecho lo de siempre, la comedia facilona, torpe y plagada de tópicos que hay quien aún recibe con alborozo si es de nueva hornada.

-COMBUSTIÓN:

   Máximo ejemplo de lo mal que se nos da imitar, intentar españolizar lo de fuera, con un director que siempre se pierde en lo pirotécnico, con una actriz que es todo afectación, pose, pretendida sexualidad, nulidad interpretativa donde las haya (esa Adriana Ugarte que tanto gusta en televisión, pero que no lleva ni un espectador al cine, la bochornosa protagonista del momento más censurable –y nunca bien explicado y sin justificación posible- de la entrega de los Goya), con un actor plano, sin matices, anodino (ese Alberto Ammann, de nuevo) y con otro que tiene físico para triunfar, pero al que le falta todo lo demás que debe tener un buen actor (ese Álex González, cuya voz es su peor lastre).

-INSENSIBLES:

   Cómo hacer una película fea, copiando de todos lados, sin aportar ni un ápice de ingenio, yéndose por las ramas, con un discurso acartonado, trillado, que desperdicia las posibilidades dramáticas y terroríficas del punto de partida.

PELÍCULAS EXTRANJERAS DESTACADAS:
 


 
-AMOR:

   Filme descarnado, al límite, que nos exprime, nos retuerce, nos conmociona, del que resulta imposible despegar la mirada. Un Michael Haneke que apabulla por lo que no muestra, por lo que sugiere, por lo que hace sobrevolar (y mientras un dramaturguillo del tres al cuarto, coreado por los borregos que balan sin sentado, se piensa su continuador cuando cae en lo obvio, en el subrayado, en la violencia vacía, en la provocación inconsecuente –justo todo lo contrario al maestro austriaco-); un absoluto prodigio que congela la sangre y consigue que el corazón lata con más fuerza, obra de arte que deja pequeño cualquier adjetivo con unos Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant sencillamente prodigiosos, excelsos, inmensos, inalcanzables.

-ANNA KARENINA:

   Ejemplo de cómo un clásico se respeta y al mismo tiempo se actualiza, se malea, se personaliza, se recrea, se traiciona: Joe Wright, con la necesaria complicidad del guionista (Tom Stoppard), orquesta una fiesta para los sentidos, un regalo para la vista, un prodigio técnico que ajusta las costuras al texto, que sabe fluir, que huye de cualquier rimbombancia y lucimiento exagerado, que pone todo al servicio de la historia y los personajes, una de esas obras que funciona con un engrasado mecanismo de relojería en el que nada sobra pero, muy especialmente, en el que nada falta. Keira Knightley sigue madurando como actriz, Aaron Johnson sigue dejando claro su capacidad para la transformación con apenas dos detalles y Jude Law deja sin aliento.

-GRAVITY:

   Aún tendrá que pasar tiempo para poder valorar lo que esta película supone en la historia del cine: un alarde técnico que no se nota, las tres dimensiones jugadas como nunca hasta ahora, una dirección a cargo de Alfonso Cuarón que sólo puede calificarse de portentosa (nada que ver con anteriores títulos suyos, recibidos con más beneplácito del que merecían), una Sandra Bullock que acepta el reto y conmueve, preocupa, inquieta, empatiza con el espectador, un George Clooney que interviene lo necesario, una experiencia inolvidable.

-HANNAH ARENDT:

   Un fantástico ejemplo de cómo una película puede tener altura intelectual sin necesidad de resultar hermética o estar dirigida a los iniciados, un meritorio acercamiento a una de las pensadoras imprescindibles del siglo XX, a una persona incomprendida, perseguida y pocas veces tan bien explicada como aquí. Barbara Sukowa debería estar en todas las finales de premios de interpretación, pero hay muchos que siguen sin saber dónde mirar y otros que no aceptan la revisión, las puestas en claro, que acallan al considerado disidente.

-LA NOCHE MÁS OSCURA:

   Kathryn Bigelow se gradúa con todos los honores y los Oscar (los mismos que la encumbraron por un filme menor) ni se acuerdan de ella. Jessica Chastain (quien, puesto que jamás pensaron en dársela a Emmanuelle Riva, hubiese debido levantar la estatuilla –y no esa Jennifer Lawrence, clónica de sí misma-) sigue sumando puntos, demostrando su ductilidad, su variedad de registros, sin querer resultar simpática, aportando verosimilitud a cualquier personaje. Cinta emocionante, reveladora, que no intenta manipular ni convencer, que deja clara su filiación, que por encima de todo cuenta una historia y lo hace de manera sobresaliente.

PELÍCULAS EXTRANJERAS OLVIDABLES:

-PACIFIC RIM:

   ¿Hasta cuándo habrá que soportar este tipo de soflamas? ¿Hasta cuándo tendremos que leer que Guillermo del Toro es un buen director?

-CARRIE:

   La pregunta es: ¿Si no existiese Carrie (1976) de Brian de Palma con unas fabulosas Sissy Spacek y Piper Lauire valoraríamos de otra manera esa película? La respuesta es obvia: no, seguiría siendo un despropósito, una trivialización se supone que al gusto adolescente del texto de Stephen King, una mezcla entre Harry Potter y lo sanguinolento porque sí.

-TO THE WONDER:

   ¿Volverá algún Terrence Malick a filmar maravillas como Malas tierras (1973), Días del cielo (1978) y La delgada línea roja (1998)? A pesar de todo, queremos pensar que sí.

-HANSEL Y GRETEL: CAZADORES DE BRUJAS:

   ¿Por qué no toman ejemplo de la serie Érase una vez? ¡Ah, debe ser porque no ver televisión es para muchos un motivo de orgullo, de sentirse superiores!

-LA JUNGLA: UN BUEN DÍA PARA MORIR:

   ¿Por qué se empeñan en estirar un chicle que ya ha perdido hace mucho todo su sabor? (en eso son expertos en Hollywood)

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