sábado, 21 de diciembre de 2013

"PLOT FOR PEACE": SÍ, PUDIERON


 
 
TÍTULO ORIGINAL: Plot for Peace DIRECCIÓN: Carlos Agulló, Mandy Jacobson GUIÓN: Stephen Smith MÚSICA: Antony Partos FOTOGRAFÍA: Rita Noriega, Diego Ollivier MONTAJE: Carlos Agulló REPARTO: Jean-Ives Ollivier, Thabo Mbeki, Joachim Chissano, Winnie Mandela, “Pik” Botha, Chester Crocker


   Durante años (e incluso en la actualidad aunque parece que la tendencia va cambiando, lo que no significa que siga siendo muy complicado alterar los hábitos del público o, muy especialmente, quitarle las ideas preconcebidas) hablar sobre documentales hacía pensar en piezas divulgativas, destinadas a la pequeña pantalla, con guiones paupérrimos e incluso inexistentes, trenzando imágenes con mayor o menor pericia según el material existente, conformándose a veces con lo que se tuviera a mano o fuese sencillo de obtener, articulando y ofreciendo buenos trabajos en un altísimo porcentaje (en ocasiones sublimes), pero siempre rebajados en la consideración de los receptores, en las palabras de los considerados expertos, por entender que eran productos menores para una audiencia concreta dependiendo del asunto tratado, sin aspiraciones artísticas. Y el caso es que se tiende a olvidar que cuando el cine estaba dando sus primeros pasos (si bien es cierto que con maestros como Griffith) ya se tiene noticia de una magnífica película documental, de un hito de la narración fílmica que supera géneros, de una joya del calibre de Nanuk, el esquimal (1922) con la que Robert Flaherty demostró que informar, descubrir, dar testimonio puede (y de hecho debe) ser tan apasionante, absorbente, hipnótico como una historia de ficción y abrió el camino a otros muchos que, aunque puedan escudarse bajo el paraguas de lo inventado, de lo inspirado, de lo novelado, hacen lo que debe ser prioritario en su trabajo, en su arte: narrar, explicar, involucrar al espectador y, en ese sentido, el tono documental puede ser el mayor acierto por la libertad que consiente a la platea, por el equilibrio que debe hacer el cineasta para no cargar las tintas, para permanecer lo más oculto posible, para que los hechos hablen por sí mismos. Del mismo modo, el pionero Flaherty no tuvo reparos en aplicar a su historia todos los resortes que el naciente séptimo arte tenía a su alcance para ganar adeptos, teniendo muy claro que lo documental es, sencillamente, un género más y que como tal debe ser una opción más que el público puede elegir.

   Plot for Peace cumple a la perfección con la máxima que aconseja “instruir deleitando”, puesto que saca a la luz la otra historia del final del Apartheid, el verdadero terremoto que demolió los cimientos de un régimen represor, torturador, criminal, despótico, el a priori descabellado plan llevado a cabo por un solo hombre, quien no dudó en transformarse en todo un tahúr, concibiendo su estrategia como si estuviese jugando una partida de cartas, aprovechando su experiencia como hombre de negocios para hacer comprender que las bases del sistema no eran tan sólidas como sus mandamases pudieran pensar, que había que pensar en perspectiva y en conjunto, que nada de lo que pasa en un lugar de África afecta sólo a ese lugar, un visionario que no tuvo reparos en lanzarse al ruedo, aún sin tenerlas todas consigo, entrando en un terreno que no era el suyo (el de la política) pero empleando su experiencia en negociaciones, sus conocimientos psicológicos, transformando en cifras, beneficios, costes, pérdidas, debe y haber, en parte de un balance, el dato más insignificante para que el resto del mundo comprendiese la necesidad de terminar con el Apartheid. “Cuando llegué a Sudáfrica en 1981, me sentí como en otro planeta. No entendía cómo los blancos no se daban cuenta de que si no cambiaban y aceptaban compartir el país, iban de cabeza al desastre”, así sintetiza Jean-Yves Ollivier el a modo de revelación que tuvo, el primer destello de lo que terminaría cristalizando en un rocambolesco plan que hubo que ocultar, parecer que se hablaba de otra cosa, manejar con suma prudencia, olvidar los dilemas morales, recurrir a la mano izquierda (ignorando más que nunca lo que hacía la derecha) y, por encima de todo, tender puentes para el diálogo, no presentar a nadie como verdugo (al menos en un principio), templar y contener la rabia, la impotencia, el dolor, ir sumando progresos, pacificar la zona como paso previo a la liberación de Nelson Mandela, poner fecha de caducidad al Apartheid.

   Plot for Peace da voz a los protagonistas, a los de un lado y a los del otro, a los fueron (incluso sin saberlo) piezas en manos de un experto jugador, a los que movieron los hilos, no necesita una voz en off que en muchas ocasiones estorba, reconduce, toma partido, adoctrina: la película expone con acierto y concisión cuál era el panorama que vivía el continente en ese momento, los conflictos que rodeaban a Sudáfrica, deja que los diferentes narradores aporten su visión de los hechos, cómo los vivieron y/o los recuerdan, cómo los analizan e interpretan en la realidad, permitiendo que el espectador descubra, rememore, conozca, confirme, aporte y saque sus propias conclusiones. El misterioso “Monsieur Jacques” al que tantas personas de países diferentes y sin ningún vínculo entre sí nombraban quedó en la memoria de Mandy Jacobson, despertó su interés (es la líder del proyecto African Oral History) y le localizó en un noticiario sudafricano cuando fue galardonado por coordinar el intercambio de 250 prisioneros entre 9 países (se da el hecho, en apariencia paradójico pero que señala la forma en que Ollivier supo bailar entre aguas muy tormentosas con tal de lograr su objetivo, de que el empresario francés fue condecorado tanto por Botha, último bastión del Apartheid, como por Nelson Mandela, primer presidente negro de Sudáfrica); a partir de ahí, la productora y codirectora de Plot for Peace, no cejó hasta conseguir que el propio negociador contase su historia en este documental vibrante, que ayuda a que no olvidemos lo que siempre es susceptible de repetirse, que se estrenó precisamente el día de la muerte de Mandela (imposible mejor homenaje que mirar de frente a la Historia, la que quedará, la que se estudiará, y llamar a las cosas por su nombre).

 

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